Jornada de Atención Plena de Invierno: Activismo en el día a día

Queridos hermanos y hermanas, En estos días observamos cómo el ciclo de las estaciones va moldeando nuestro bello planeta, ¡y también a nosotros mismos/as! Nuestro nivel de energía, física, psíquica y mental, nos llevan a transitar esta época con recogimiento, cuestionando ideas y actitudes que en otros momentos no nos planteábamos. Surge en nosotros el deseo de cocinar un cambio. Recientemente, hemos comenzado un nuevo año. Adentrándonos en el invierno, tenemos la oportunidad de crear nuevos y mejores hábitos que podremos afianzar a lo largo de los próximos meses. Desde el Equipo de Madre Tierra queremos invitaros a compartir juntos y juntas un encuentro de Atención Plena, el sábado 10 de febrero, que nutra en todos/as la paz y la felicidad. Queremos compartir con vosotros y vosotras una experiencia que os inspire a llevar una vida consciente y transformadora en vuestro día a día: que vuestra propia forma de vivir sea, en sí misma, activismo. Os dejamos el horario a continuación (hora España, península): Jornada de Atención Plena de Invierno: Activismo en el día a día 16:20 Acogida Recepción y presentación del programa. Llegamos con holgura para relajarnos y calmarnos antes de comenzar nuestra jornada de atención plena 16:30 Meditación sentada Disfrutaremos de una meditación sentada guiada 17:00 Activismo en el día a día Una integrante del Equipo Madre Tierra nos ofrecerá ideas y experiencias inspiradoras sobre cómo mantener una vida que sea, en sí misma, activismo 17:25 Propuesta para la meditación caminando Aprender a parar y tomar refugio en la Madre Tierra 17:30 Meditación caminando Tendremos la oportunidad de salir a meditar caminando (fuera de pantalla) 18:00 Compartir del Dharma Tiempo para compartir nuestras experiencias 18:45 Cantos y despedida Cantaremos algunas canciones y nos despediremos 19:00 Fin de la jornada Este es el enlace para conectaros: https://us02web.zoom.us/j/89944785101?pwd=SlNqMHdTMEZ0Y2ZPMXlteUpjL2owQT09 ID de reunión: 899 4478 5101Código de acceso: 753996 Nos sentimos muy felices de continuar nutriendo este camino en comunidad. Un hermoso loto.

Jornada de Atención Plena de Otoño: la Mirada Contemplativa

Queridos hermanos y hermanas, ¡Qué ganas de veros y compartir juntos y juntas nuestra preciosa práctica! En apenas unas semanas el paisaje que era verde se ha ido llenando de diferentes tonos marrones, amarillos y naranjas. Los suelos se tapizan de hojas que, una a una, nos llaman a parar, descansar y contemplar. El otoño nos ofrece la oportunidad de descubrirnos como parte de un organismo mayor (la Tierra) que está en constante cambio. Si desarrollamos nuestra mirada contemplativa, podremos encontrar una nueva forma de práctica a la vez que fortalecemos nuestro sentido de pertenencia al lugar en el que vivimos. Desde el equipo de Madre Tierra queremos invitaros a compartir una jornada de atención plena online abierta a todos y todas las practicantes de habla hispana. En ella podremos descubrir juntos y juntas cómo desarrollar la mirada contemplativa hacia toda la vida que nos rodea para permanecer en un estado de comunión con la naturaleza; o como nos han enseñado Thay y Buda, morar en la realidad última. Os dejamos el horario a continuación (hora España): Jornada de Atención Plena de Otoño: la Mirada Contemplativa 16:20 Acogida Recepción y presentación del programa. Llegamos con holgura para relajarnos y calmarnos antes de comenzar nuestra jornada de atención plena 16:30 Meditación sentada Disfrutaremos de una meditación sentada guiada 17:00 Experiencias contemplativas Dos integrantes del Equipo Madre Tierra nos ofrecerán sus experiencias de contemplación en la naturaleza 17:20 Propuesta de experiencia contemplativa Introducción para realizar un paseo meditativo desde una visión contemplativa 17:30 Meditación caminando Tendremos la oportunidad de salir a meditar caminando, fuera de pantalla 18:00 Compartir del Dharma Tiempo para nutrirnos y nutrir compartiendo nuestras experiencias 18:30 Tomar el té Prepararemos un té con alguna fruta o galletas para compartirlo en silencio con la comunidad. Después cantaremos algunas canciones 19:00 Fin de la jornada Despedida Este es el enlace para conectaros: https://us02web.zoom.us/j/88481198093?pwd=SVBkTzV1MC9FbHY0amt0ZG9OcSs4Zz09 ID de reunión: 884 8119 8093Código de acceso: 622087 ¡Con mucha ilusión de veros y compartir este día en comunidad!

«¿Qué puedo hacer yo?»

En los últimos años me he sentido arrastrada al oír o leer alguna noticia sobre la crisis climática. El miedo, la ansiedad o la tristeza se apoderaban de mí y, en la mayoría de ocasiones, ni siquiera era consciente. A veces, pasaban varias horas o incluso días desde que recibía la información hasta que comenzaban esas emociones desagradables. He tardado mucho tiempo en llegar incluso a poner un nombre a eso que sentía, pues por lo general sólo sabía que me sentía ansiosa, pero no llegaba a detectar que la raíz estaba en la noticia que había leído, por ejemplo, el día anterior. En muchos momentos me he sentido atada de piés y manos ante la crisis planetaria actual. Ríos desbordados, campos secos, bosques quemados… Imágenes de lugares que, aún siendo lejanos, los siento parte de mí también. No es sencillo observarme como parte de una humanidad que se precipita al vacío y que arrastra consigo la estabilidad (e incluso la supervivencia) de multitud de especies. La ignorancia es una cuestión global. Y las acciones que consideramos insignificantes están afectando a la vida como un todo. “Ok, la cosa está complicada pero, ¿qué puedo hacer yo?”. Esta es una pregunta que me saca del saco negro de esas emociones para ponerme en un lugar de acción. Porque sí, con el tiempo, la quietud, la madurez… he descubierto que hay mucho que puedo (podemos) hacer de forma individual que tiene un impacto real, directo y muy tangible en el bienestar del planeta. Cuando una noticia me remueve, lo primero que hago es revisar mi parte de responsabilidad, de cocreación, en el desastre que estoy viendo. La práctica me enseña que mis acciones están presentes en todo eso que observo y que me duele. Para mí, la pregunta me lleva a una posición de coraje en la que, después de reconocerme como parte responsable del problema, me veo también como parte creadora de la solución. En los últimos años he elegido una forma de vida que es activismo vivo, encarnado. Eso es lo que he aprendido de Thay. Acertada o no, he dejado de arrastrar pancartas y de gritar a las puertas de los ayuntamientos. Ahora dispongo de más tiempo y más energía para cuidar del planeta en mi vida diaria, en las decisiones que tomo cada día. Un ejemplo. Me encantan los plátanos, los mangos, las chirimoyas… y todas esas frutas exóticas que venden envasadas en los supermercados, a veces incluso ecológicas. Sin embargo, la plena consciencia me ha llevado a dejar de comprarlas. ¿La razón? En una de esas cestas de la compra puede haber más kilómetros en vuelos de avión y camiones que los que pueda recorrer yo en toda mi vida. ¿Vale la pena? Cultivo la mayoría de lo que como, y lo que no puedo cultivar lo compro a productores locales o, como máximo, nacionales. No cojo aviones, compro a mi hija juguetes de segunda mano, hago mis necesidades en un cubo con serrín… En fin, hago lo que puedo. Y, con todo, sé que nunca llegaré a hacer ni todo lo que podría ni todo lo necesario. Así que, cuando leo una noticia, de esas desgarradoras, como los millones de hectáreas que arden descontroladas en Canadá, reconduzco la energía del sufrimiento que me genera en la voluntad para hacer algo, en mi vida, en mi día. La fuente de energía que me conduce hacia una vida más coherente entre lo que hago y lo que me gustaría llegar a hacer. Continúo aprendiendo a reajustar mis necesidades en base a una forma de pensamiento ecológico y, sobre todo, reconozco que me estoy volviendo más tolerante a las renuncias. Como dijo en algún momento Gustavo Duch, si existe una solución a esta crisis, pasará por elegir la sobriedad en lugar de la sostenibilidad. Y añado un último ejemplo para la reflexión: hace dos años instalamos placas solares en casa, lo cual fue un paso hacia la sostenibilidad (sostener el sistema y la forma de vida que tenemos sin hacer demasiadas renuncias); el camino de sobriedad habría sido dejar de utilizar electricidad. Cuando desarrollamos una forma de pensar descentralizada del yo y centrada en la Madre Tierra, la mente se llena de ideas sobrias, descabelladas. Con todo, esto es algo que lejos de asustarme, me alienta a ser creativa y esforzarme en descubrir cómo encajar en esta realidad que tengo lo que para este mundo desarrollado es una utopía. Alba Iglesias, sangha Terra de Presença (Galicia)

La motivación para impulsar un proyecto de comunidad consciente

Entré en contacto con Thay y Plum Village el verano de 2015, y fue a partir del 2016 cuando asistí a los retiros familiares estivales durante unos cuantos años, y finalmente realicé un voluntariado de mes y medio durante el verano de 2021. El contacto con el legado de Thay, sus enseñanzas y la comunidad que impulsó, desde un inicio generó un gran impacto en mí. A lo largo de estos años ha ido fructificando y haciéndose más patente. Desde hace un tiempo sentí que esa fraternidad que vivía en mis estancias en Plum Village, y que sentía en la sangha local en la que practicaba, la deseaba vivir plenamente en mi día a día. Por un momento pensé en la posibilidad de entrar en la comunidad monástica, y sentí que no era mi camino. Poco a poco fue tomando fuerza en mí la posibilidad de vivir en una comunidad. Este ha sido un proceso de varios años, donde mi sentir y las opciones han ido asentándose. La búsqueda de información, el contacto con asociaciones y profesionales de apoyo a cooperativas de vivienda, o el contacto con comunidades ya existentes, han formado parte de las estaciones por las que he ido pasando. Poco a poco han aparecido en mi vida personas con el mismo sentir, con las que compartir los anhelos y dudas. Nuestro maestro otra vez nos muestra el camino. La serenidad y consciencia en cada paso, el disfrute y cuidado de la Madre Tierra que somos todos. Gracias a todo el linaje de practicantes, ha llegado hasta nosotros el conocimiento, la experiencia y las prácticas para poder crear y hacer crecer una comunidad consciente. Su cálida y sólida presencia facilitará y sostendrá la consolidación tanto de los procesos personales como los grupales que surgirán. Todos ellos suponen grandes retos y grandes oportunidades para tod@s nosotr@s. Crear un espacio de paz donde el cuidado de la Madre Tierra y del grupo de personas que allí residamos, sea la base que se exprese a la sociedad a través de los servicios y productos que les ofrezcamos. Para que se pudiese materializar, la Vida puso las facilidades y alguna que otra piedrecita en el camino. Gracias a la herencia familiar y el patrimonio acumulado, conseguimos los recursos para poder encarar la adquisición de un lugar donde poder materializar la comunidad. Inicialmente buscamos en Aragón, Catalunya… siendo mallorquín, ni se me ocurrió buscar en la isla donde nací. Me decía que era difícil, la presión turística… de todas formas me di una oportunidad. De tres casas que encontramos que cumplían con lo que buscábamos, solo visité una. Y fue un gran encuentro. Descubrimos Son Baco. Una alquería de cerca de 170 años de antigüedad que había pertenecido siempre a la misma familia. Antigua zona de trabajo agrícola, con los años se había segregado entre familiares y dejado la actividad. Un cúmulo de sensaciones e información nos mostró la idoneidad del lugar: Las construcciones en buenas condiciones, las casi siete hectáreas de terreno de cultivo y bosque, el gran pozo de agua, la paz que transmite el lugar o la vista despejada, hacen de Son Baco el lugar idóneo donde crear y nutrir nuestra comunidad. Se van ideando y generando los primeros esbozos de tareas a realizar: desde la definición y priorización de las obras a realizar, el equilibrio necesario entre espacios de uso privativo y comunitario, o los trabajos profesionales a impulsar desde la comunidad. Propuestas hay muchas a definir e impulsar: Esta vivencia estará anclada en la experiencia diaria de vivir en la comunidad, en la felicidad y el gozo de ser y vivir el momento presente. En mi caso, el ejemplo y enseñanzas de Thay, así como las experiencias vividas en Plum Village, o en el grupo Madre Tierra, suponen una aportación imprescindible en mi senda, y un alimento muy nutritivo para este nuevo trayecto. Javier Liy, sangha Mallorca

Paseo por el Jardín Botánico Histórico

Domingo por la mañana, domingo de Ramos. Un día agradable y soleado, fresco a primera hora. Ya de buena mañana un flujo de personas arriba y abajo, por la plaza de España y la montaña de Montjuïc, presagiaban que gozaríamos de un paseo con bastante compañía. Pero nuestro jardín es un jardín oculto, escondido, la mayoría de las personas que suben a la montaña pasan literalmente sobre él. Su lecho es una antigua cantera, en realidad dos. El jardín ocupa la más profunda y sombría, la masía y los huertos la más soleada. El paseo discurre en un descenso en espiral, que en lugar de conducirnos al infierno a través de todos los pecados, nos induce a penetrar en los misterios de la naturaleza a través de la observación y la vivencia de animales, plantas, caminos, muros, agua y aire…. Todo jardín es una invitación a la contemplación de la Naturaleza transformada en Arte. Un jardín ocupa un espacio que era otra cosa y fue humanizado con una intención estética, simbólica o científica. Algunos jardines son sobrios, sencillos, invitan a la interiorización, al recogimiento y al silencio. Otros jardines abundan en seres vivos, animados e inanimados: animales, plantas, agua, piedras…y nos inducen a la contemplación, a la reflexión y comprensión de las interacciones, las dependencias, las causas y los efectos. El Jardín Botánico Histórico de Barcelona es uno de estos jardines. En una zona muy transitada, visitada y gozada por lugareños y turistas como es la montaña de Montjuïc, uno de los pulmones verdes de la ciudad, se oculta en una de las antiguas canteras de cuyas entrañas se extrajo buena parte de la piedra que construyó Barcelona durante siglos. La profunda cicatriz consecuencia de la explotación, se cubrió, gracias a la condición impuesta por la propietaria que cedió los terrenos y la visión de botánicos y paisajistas, con una gran variedad de especies vegetales de diversas procedencias, familias y portes. Las especies, procedentes de distintos lugares de nuestra Madre Tierra, se acogen y conviven en armonía. El jardín está estructurado como una espiral descendente. Su entrada está oculta a la mirada desatenta, pero llama la atención de quien se deja guiar los pasos hacia lo invisible, lo escondido. A medida que descendemos, la sensación de entrar en un mundo ajeno al ajetreo urbano se hace más intensa, el aire se hace más húmedo, el ambiente más fresco, la luz más tenue, el silencio más presente… Las flores más coloridas nos reciben en la entrada y a medida que descendemos predomina el verde y las flores devienen más discretas. Algunas, humildes, se visten de tonos blancos o verdosos y las más vergonzosas se ocultan bajo el follaje. En la zona más profunda, desde una pequeña cascada discurre un pequeño curso de agua que se remansa en un pequeño estanque. Es el dominio de los seres de agua. Helechos y acuáticas conviven con anfibios, insectos y reflejan los majestuosos árboles que, imponentes, elevan sus troncos y copas en busca de la luz. Solidez de los árboles, frescura y claridad del agua, firmeza de las rocas…la mente se silencia y el corazón se expande. Caminando como sangha somos un mismo río movido por una misma intención, caminando en paz, observando y contemplando con profundo respeto, comprendiendo la relación profunda de todo con todo. Ascendemos de nuevo y como emergiendo de las profundidades de un lago, volvemos a la luz. Allí otro espacio nos llama e invita. Otro recorrido, también descendente pero más abierto y diáfano, nos conduce a percibir con todos los sentidos plantas de texturas, colores y aromas distintos. Bajamos hacia los huertos y nos alborozamos con las rúculas, habas, guisantes, espinacas, amapolas, romeros, melisas… ¡Somos un enjambre zumbador en movimiento! Y acabamos en una pradera soleada, sentadas en círculo, saboreando nuestra comida en compañía y silencio, pero no ajenas a la vida que bulle alrededor. Compartimos vivencias, sensaciones. Gozamos agradecidas de la experiencia, la compañía y la fraternidad. Àngela Romeu Diaz, Abril 2023

El bosque de la esperanza

Querido Thay y querida Sangha. Mi nombre es Fátima Tamayo Ayarza, nacida y habitante en la tierra de Palencia. Hace ya casi 9 años, comencé con la práctica. Las palabras y la sabiduría de Thay alumbraron mi camino, y despertaron en mí una nueva forma de ver y comprender el mundo, y sobre todo de relacionarme con nuestra querida Madre Tierra. Yo siempre me había considerado una persona que amaba la naturaleza, especialmente la montaña y los bosques. Gracias a la práctica y a las palabras de Thay, comencé a enamorarme de verdad, a sentirla, a sentirme parte, a verla como mi verdadero hogar, y a quererla como a una Madre. Siento que hubo un gran cambio en mí, pasé de consumirla y usarla, a amarla profundamente. Neuropsicóloga de profesión, este proceso también despertó en mi la comprensión profunda de la relación directa e interdependiente entre el sufrimiento humano y la desconexión con nuestra querida Gaia. En mi regreso de India, donde el dolor hacia el sufrimiento de la Tierra aún me tocó más profundo, recuerdo ir al mirador de Autilla o también conocido como mirador de Tierra de Campos a meditar y encontrarme, ya que no sabía dónde ir ni qué hacer en aquel momento de mi vida. Para describir la imagen del paisaje, son 80 km de tierras de cultivo, principalmente trigo y cereal, donde uno puede contar con los dedos de las manos el número de árboles que hay, hasta llegar a la hermosa Montaña Palentina. Nunca lo había sentido así, nunca había sentido tanto el dolor y el daño causado en estas tierras, en mi tierra. Una parte del planeta que ha sido deforestada y maltratada durante siglos. Ahí, entendí mi “misión”, mi aspiración profunda de cuidar de este rincón del mundo. Recuerdo esos años donde recorría pueblos castellanos, impartiendo cursos y talleres de neuroeducación y mindfulness en escuelas, mi corazón lloraba por las desoladoras imágenes que esas carreteras brindaban a mis ojos, el desastre natural de la agricultura industrializada, del maltrato a la Tierra, de la explotación y el abuso sin pausa, sin corazón ni conciencia. Despertó en mí el deseo profundo de hacer algo, de ser ese cambio que quería ver, de sanar mi relación con ella, agradecer sus maravillas abundantes, y compartir con otros ese sentir. Y la Vida me regaló un trocito de Tierra a quien cuidar, a quien agradecer todo lo que me da, el Jardín Despierto. Una hectárea y media que reforestar, reverdecer, regenerar, sanar. Todo un camino de interser, donde me he visto a mí reflejada, donde cada día aprendo y crezco. Un ser vivo en forma de “Jardín”. Al lado de la finca, había un bosquecito, hermoso y frondoso, una antigua vía de tren conquistada por la naturaleza. Un refugio y hogar de numerosos seres vivos. Era el bosque de la esperanza, donde uno puede comprobar la resiliencia de estas tierras y su verdadera naturaleza Verde, su fertilidad y abundancia, diferente de la imagen de campos de cereal desolados y deshidratados. Palencia era una zona conocida por sus manantiales, lagunas naturales, donde muchas aves pasaban estancias. Una tierra fértil conocida por sus deliciosas peras, manzanas y membrillos, y sus ricas huertas y hortalizas. Ahora es un secarral, las fuentes y manantiales han desaparecido. Desde que llegué, sentí que este lugar me había elegido de alguna manera, que tenía que protegerlo y cuidarlo. Que era un lugar de esperanza verde y de conciencia, para mí y para aquellos que hasta ahora la han visitado y me han ayudado con su cariño y trabajo a transformarlo. Pero hace unas semanas, llegó el progreso oculto de “verde”. Un proyecto subvencionado por los Fondos Next Generation para la” sostenibilidad” y la “protección del medio ambiente”: la creación de una “vía verde”. Una vía verde que ha destruido este bosque, en unas horas. 50 años de evolución y vida destruidas por un carril bici de 6 metros de ancho, ahora un cementerio de almendros en flor, olmos, chopos, alisos, escaramujos, plantas silvestres, y un largo etc. La destrucción de los nidos de muchas aves y posiblemente algunas de ellas. Primero llegó la rabia a visitarme, la incomprensión, el dolor. Luego la desesperación, el llanto y el miedo; después una profunda tristeza. Pero doy gracias a la práctica, que alumbra este camino y este proceso, que me ayuda a transitar la dimensión última, a querer ser abrazada por algo mayor, a querer mirar profundo dentro de mí y fuera, a mirar con compasión a aquellos que lo están haciendo, a comprender su ignorancia, sus puntos de vista y los míos, a sanar mi dolor, a coger fuerzas e impulso para ser la resistencia, a ver una pequeña estrella donde siento oscuridad. Quiero avanzar en este proyecto con el que llevamos 7 años, y digo “llevamos” porque comencé “sola” y ahora somos una familia, una sangha verde, compuesta de muchos seres, humanos, animales, plantas y minerales. Me dejo acariciar por las voces de los monásticos y monásticas cantando Praising the Buddha que escuché por primera vez en el retiro “Coming Back to Mother Earth” y ecología profunda al que asistí en septiembre de este año. Escucho Little Star, recién lanzada estos días al público. Namo Avalokistesvhara, leo líneas de un Canto de Amor a la Tierra y reflexiones sobre el Sutra del diamante del libro Zen and the Art of Saving the Planet. Camino conscientemente sintiendo este lugar sagrado para mí y para el Jardín Despierto. Lugar por el que durante 7 años hemos caminado conscientemente con la querida Sangha Arcoiris. Sé que quienes lo están destruyendo, no tienen la suerte de haber encontrado este camino aún. Quienes sufren la ilusión de separación, solo ven unos arbolitos sin importancia, sin papeles, sin derechos. Pido a la vida cada mañana que despertemos, que despierten, que seamos más, que la conciencia alumbre nuestros corazones antes de que sea demasiado tarde. Que yo sepa soltar y abrazar mis emociones difíciles, y que la práctica me dé cobijo …

«¿Cómo han cambiado las enseñanzas de Thay tu forma de cuidar de la Tierra?»

Los/as integrantes del Equipo de Madre Tierra, compartimos nuestra vivencia individual de las enseñanzas de Thay y el interser con relación al cuidado de la tierra y el contacto con la naturaleza. «Lo que miro soy yo mismo. Cada vez que toco profundamente tu maravillosa realidad, querida Madre Tierra, soy capaz de percibir esta afirmación.»Metiendo mis manos en tus entrañas, al acompañar tu proceso creativo, ahí, puedo ser consciente de la inmensa vastedad que difumina todo límite.Sentado a la luz de la mañana, al contemplar el frío del invierno, reposando sobre la huerta. Caminando entre los bosques y admirando el sol, acostándose en la inmensidad del océano. En el silencio sagrado de las estrellas y descansando bajo la luz de la luna. Solo ahí, en ese mismo instante, puedo comprender y experimentar, esta enigmática palabra: “Interser”.Un día llegaste a mis oídos, y ahora puedo sentirte latir en mí mismo, abriéndome a una realidad tan íntima como inmensa, tan conocida como oculta. Puedo sentir que he llegado, que estoy en casa, reposando, en lo que yo mismo inter-soy.Gracias querido Thay y querida Madre Tierra, por abrirme la visión a esta maravillosa realidad. Jorge Costas Esta forma de tratar el cultivo de la tierra ha sido un proceso progresivo de practicar la comprensión del Interser, proporcionado por la plena consciencia y el cuidado de la vida de todos los seres. Al cultivar la huerta, respeto todas las plantas y los animales que me encuentro, intento que haya un cierto equilibrio y pueda comer de sus verduras.Para ello observo con detenimiento y cultivo las plantas más resistentes y mejor adaptadas al lugar, escuchando la experiencia de l@s hortelan@s de la zona, tratando de recibir su sabiduría y aprender sus costumbres.La huerta que cuido, a simple vista, puede parecer caótica, se ven hierbas no comestibles junto a las acelgas, borrajas, apios, escarolas, ajos, cebollas, etc. todas entremezcladas. Se pueden ver salteadas por el espacio, algunas acelgas, borrajas, apios, etc.. Que han crecido espontáneamente, sin ser sembradas. Cuando las plantas acaban su ciclo, recojo las semillas y las esparzo por la huerta, y pienso “a ver qué pasa”, alguna de ellas crecerá y será mi alimento.Entonces, al cavar la tierra, observo con suma atención todas las plantas, reconociendo las comestibles de las no comestibles y decido cuáles puedo dejar crecer ahí donde están y cuáles tengo que retirar para dejar espacio para otras plantas. Nunca uso el apelativo de “malas hierbas”, me parece despectivo y una visión estrecha de la realidad del interser.De esta forma, para mí cultivar la huerta es una fuente de alegría y de aprendizaje continuo, aceptando la presencia de todos los seres, respetando su vida si está en mi mano y uniéndome así a la tierra. Luis del Val Comenzamos año y es un buen momento para recordar las cosas importantes.Veo el jardín desde la terraza y un gorrión posado en las ramas desnudas del lilo. El sol entra por las ventanas y templa la casa y da luz a las habitaciones. Abro el agua y mana caliente procedente de los paneles solares. Voy a por la leña para la estufita que calentará el salón al atardecer. Es algo cotidiano y a veces se nos olvida que todo y todos provenimos de la Madre Tierra, que inter-somos con ella. Los alimentos que tomamos, también aquellos procesados, proceden de la naturaleza. La ropa con la que nos cubrimos, incluso la sintética, en última instancia procede de petróleo que ha sido fruto de un largo proceso natural de transformación de sedimentos, al igual que el gas con el que nos calentamos. También nosotros y nosotras somos parte de la Madre Tierra, aunque a veces nos olvidamos y no la tratamos con el respeto que se merece. Veo en mí el agua, el sol, la tierra, el fuego, el aire… y también puedo verlos en ti. Aprovechemos el año que comienza para mirar más profundamente y ver reflejado en todo y en todos a la naturaleza que nos da la vida. Bendita sea la interdependencia y el interser. Mar Asunción Higueras Siendo adolescente colaboraba con un grupo ecologista local. En esta asociación se organizaban eventos educativos, se escribían artículos de prensa o se pleiteaba con el ayuntamiento por algún vertido ilegal. En aquel momento, mi visión de la ecología era muy diferente. Creía que las acciones individuales no valían de nada, y que debían ser las empresas y políticos los que solucionasen los problemas del medio ambiente.Thay, su enseñanza sobre el Interser, y la práctica de la atención plena en mi vida diaria, me han enseñado que, con mi forma de vivir, es mucho lo que puedo hacer para proteger el planeta. Antes, el foco de mi visión estaba fuera, y luego se movió hacia adentro; ahora, aprendo día a día a contemplar la ecología como una totalidad, sin un “fuera”, y sin un “dentro”.Continúo descubriendo nuevas formas de cuidar y proteger el planeta, desde lo pequeño, lo que parece insignificante, cambiando así mi forma de vivir y de relacionarme con la Vida. Como paradoja, me encuentro que cuanto más perfilo mi ecologismo de la vida diaria (cultivar un huerto, comprar de segunda mano, ¡usar un váter seco!), más fortaleza siento para impulsar y tomar parte de un activismo global. Alba Iglesias Las enseñanzas de nuestro maestro Thay y la práctica diaria me ha ayudado a percibir el mundo de forma diferente. El interser toma vida, y percibes la esencia de todos los seres. Ese sentimiento de hermandad y armonía que brota con todos ellos, desde la brizna de hierba hasta la montaña, es algo nuevo.Desde esa percepción la acción se vuelve clara. El cuidado de nuestro entorno y el nuestro propio supone una misma intención, y así la relación con la Madre Tierra se vuelve algo muy íntimo. Todo nos une, y desde ahí, el movimiento que surge es compasivo con uno mismo y amoroso con el entorno. De repente es como si el pensamiento o la acción correcta brotasen naturalmente en esa …

Lo que consumimos

Nuestra vida transcurre en medio de un consumo constante. Consumimos películas que evocan en nosotros emociones; viajes en avión que nos transportan a otros lugares; conversaciones que determinan nuestros pensamientos y aspiración vital; suculentos platos que nos llenan de colores, olores y sabores. Consumimos, consciente o inconscientemente, multitud de alimentos en forma de estímulos, palabras, sensaciones… que se integran en nosotros/as y que, día a día, van conformando lo que somos. Nuestra forma de pensar, de hablar o de actuar en este preciso instante está condicionada por algo que hemos oído en la radio ayer o que hemos leído en un libro hace veinte años. También las experiencias y circunstancias de nuestros ancestros están presentes en cada uno de nuestros gestos. “¿Qué estoy consumiendo?”, es una pregunta revolucionara. Dicho de otra forma: ¿cuál es el futuro posible para mis hijas y nietos con mis decisiones del presente? La clave es el consumo consciente. Con nuestras elecciones podemos moldear y transformar la vida. A través de nuestro consumo podemos decidir qué proyectos, iniciativas o formas de vida apoyar; descubrimos si con nuestras acciones estamos protegiendo o destruyendo el planeta. Conscientes del interser en lo que consumimos descubrimos que podemos transformar el mundo. Para el próximo domingo 18 de diciembre os proponemos una mañana de plena consciencia, junto con la Sangha en la Nube. Estará con nosotros nuestro hermano, Luis del Val, maestro del Dharma, para ofrecernos una charla que nos ayude a reflexionar sobre el modo en que consumimos habitualmente y durante las fiestas navideñas, y cómo podemos contribuir a hacer un consumo más sostenible y respetuoso con la Madre Tierra. 09:55 Acogida Llegamos con holgura para relajarnos y calmarnos antes de comenzar nuestra mañana de atención plena 10:00 Meditación sentada Disfrutaremos de una meditación guiada, sentada 10:30 Charla del Dharma e Introducción al Grupo de Profundización Nuestro querido hermano y Maestro del Dharma, Luis del Val, nos ofrecerá una charla inspiradora sobre el consumo e introducirá el Grupo de Profundización de Madre Tierra (que comenzará en enero de 2023) 11:00 Tocar la Tierra Hacemos algunas postraciones que nos conecten con nuestros ancestros familiares y espirituales y renueven nuestra aspiración con la Madre Tierra Meditación de la fruta y Silencio Breve meditación para observar profundamente el Interser en una fruta de temporada de nuestra elección seguido de unos minutos de silencio 11:30 Compartir del Dharma Tiempo para compartir nuestra experiencia 12:00 Cantos y despedida Gratitud y sonrisas 12:10 Meditación caminando Tras una breve introducción tendremos la oportunidad de salir a meditar caminando, fuera de pantalla😊 Te recomendamos que te conectes a las 09:50 h por si se presentan dificultades para la conexión. Empezaremos a las 10 h y terminaremos a las 12:10 aproximadamente. Durante la meditación guiada mantendremos la sala cerrada para evitar distracciones; si llegases durante este rato de meditación puedes respirar en la sala de espera, y en cuanto termine la meditación guiada te daremos paso para que puedas unirte al resto de las prácticas. El enlace para el encuentro es el siguiente: https://us05web.zoom.us/j/87012536047?pwd=dHh0U1R5R0FBTkhMVkNNK2ZVL05mUT09 Contraseña: b33mK8 Id de reunión: 870 1253 6047 Recibe un abrazo consciente, desde la Sangha en la Nube y el grupo Madre Tierra.

Día de plena consciencia con la Madre Tierra

Cada día la Madre Tierra nos regala todo lo que necesitamos para vivir, pero normalmente no somos conscientes. Nuestros pies caminan apoyándose en la Tierra mientras nuestra mente está en otro lugar. Os queremos invitar allá donde estéis a dedicar un día juntos a honrar el milagro de la vida, reconectándonos con nosotros y nosotras mismas, y  con todos los seres que formamos este hermoso planeta. El pasado curso un grupo de practicantes nos unimos para profundizar en la relación que manteníamos con la Madre Tierra, reflexionando y tomando decisiones sobre temas como la energía, el transporte, la alimentación, el modo de vida, el cuidado de la vida… Fue un bonito viaje en el que nos apoyamos unas personas a otras en nuestro camino individual, inspirándonos en la energía colectiva de la Sangha. Como colofón celebramos un día de plena conciencia online, ya que las personas que formábamos el grupo proveníamos de distintos lugares. Y salió estupendamente, todas las personas manifestamos nuestra satisfacción de habernos podido sumergir en las distintas actividades, cada cual desde su casa y manteniendo al tiempo el espíritu de grupo. También comentamos el gran aporte de energía que habíamos recibido, y esto nos motivó a querer extenderlo a más personas. Desde el equipo Madre Tierra os invitamos a iniciar el nuevo curso uniéndonos el día 2 de octubre, entre las 10:00 y las 17:00 h para celebrar la vida en plena conciencia. Compartiremos meditación sentada, charla del Dharma, meditación de la fruta, meditación caminando, tocar la Tierra, relajación profunda y compartir del Dharma. También presentaremos la nueva edición del grupo de profundización “Hacia una visión profunda del Interser con la Madre Tierra”. Si estáis interesadas o interesados en asistir a este día de plena consciencia podéis escribirnos a: madretierra.cbi@gmail.com ¡¡Os esperamos!! Con cariño, Equipo Madre Tierra

Practicando bajo los pinos

Y el bosque irá con nosotros y nosotras, allí dónde vayamos. Llevando el amor de la madre tierra a otros corazones. En Septiembre de 2019 mi amigo Rick de Holanda y yo nos reunimos en su preciosa casa de la Floresta, en medio del bosque de Collserola. Los dos acabábamos de volver de pasar el verano en Plum Village como voluntarios. Él, en Upper Hamlet con los niños y yo, en New Hamlet, ayudando con las familias y organización del retiro en general. Había sido muy bonito encontrarnos allí. Ya entonces recuerdo que, sentados en las escaleras de la gran campana, compartimos la visión de crear una sangha para gente joven (Wake Up) en Barcelona, dado que él venía a vivir a aquí. Aquella tarde de septiembre con la que he empezado el relato, sentados en su jardín, la luz del atardecer se coloreaba por detrás de la montaña sagrada de Montserrat. Las vistas te dejaban sin aliento. Acompañando, la sinfonía de los mirlos, como si quisieran adornar la trascendencia del momento con sus cantos. Aquella tarde acordamos hacer una primera reunión con amigos y amigas que podrían estar interesadas en formar un grupo así.  Unas semanas más tarde éramos 6 personas a la luz de las velas, en casa de Rick degustando el mejor pastel vegano de calabaza que he comido nunca. Recuerdo la emoción del momento, el cariño y la ternura de cada uno de los que estábamos allí. Cómo quien ve nacer un niño o un brote de primavera.  Se decidió que, dado que somos gente joven y en ese momento con un presupuesto limitado, nos reuniríamos una vez al mes en el bosque de Baixador de Vallvidrera. De este modo, nos evitábamos el problema de tener que pagar el alquiler de una sala. De las personas que nos reunimos aquel día no volvió a venir nadie. Horarios de trabajo, traslados a otra ciudad… Pero se unieron personas nuevas y pudimos formar un grupo que bautizamos como Sangha del Pino. A lo largo de ese año pasaron por el grupo muchas hermanas y hermanos de práctica. Algunas para quedarse, muchas otras para seguir su camino. Aprendí que todo es inpermanente, sobre todo a estas edades. Que la gente iría y vendría. Al principio me generaba frustración. No sabía a qué atenerme. Parecía que nada era estable. Entonces pensé en el bosque en el que nos reunimos. No importaba quienes fuéramos ese día, ni si tardábamos varias semanas en ir. Él siempre estaba ahí. Recibiéndonos con los brazos abiertos, sin pedir nada a cambio. Siempre dispuesto para hacernos de refugio, siempre presente. Entendí que si yo me mantenía firme y sólida en mi decisión de mantener ese espacio abierto, siempre habría personas que acudirían.  Pasada la pandemia, volvimos a reunirnos en nuestro amado bosque y el grupo empezó a crecer. Con edredones, chocolate y termos calientes en invierno, defendiéndonos de los jabalíes en primavera y aprovechando el verano para hacer excursiones junto con la práctica. Practicar en un entorno vivo hace que cada sesión sea una aventura. Tras tres años desde aquella tarde en casa de Rick, siento una profunda gratitud por el bosque que nos acoge. Soy consciente de que la belleza de reunirnos en un entorno natural, es que sentimos que ha crecido con nosotros. Que nos ha acompañado en nuestros cantos, nuestros paseos conscientes, nuestro dolor compartido, nuestra hermandad y nuestra alegría. Para mí, es un miembro más de la sangha, ahora ya imprescindible.  Pienso que maravilloso es poderse reunir en un entorno tan especial y que invita a la paz y la concentración sin gasto alguno. Un entorno que nos acoge tal cual somos, sin juzgar. Que no interviene cuando hablamos, simplemente nos sostiene. Que es silencioso testigo de todo lo que ocurre. Siempre amándonos.  Y seguiremos aquí. Otro verano, otra primavera. Y aprenderemos a ir despacio como el caracol entre las hojas que crujen. A ser frescos y frescas como la lluvia recién caída o las flores recién salidas. Nos contagiarán de alegría los pájaros, celebrando la vida desde las ramas. Recordaremos que en este momento no hay que hacer nada más que disfrutar del paso de las nubes y nuestra respiración. Y el bosque irá con nosotros y nosotras, allí dónde vayamos. Llevando el amor de la madre tierra a otros corazones. Eva Dallarés, Generosa Ecuanimidad del corazónSangha del Pino, Barcelona (Wake Up)