Experiencias de conexión con la Madre Tierra

Queridos hermanos y hermanas, Recientemente supimos que la Sangha de Tenerife había incorporado una huerta a sus encuentros, como forma de practicar la plena consciencia y de profundizar en su conexión con la Madre Tierra. Les hemos propuesto que nos compartiesen su experiencia y nos han regalado estos textos tan inspiradores para que todos y todas podamos llevar nuestra práctica también a este ámbito. Un hermoso loto de todo el equipo de Madre Tierra. Desde la Sangha Tenerife estamos encantados de participar con el grupo Madre Tierra. Ya durante la pasada primavera tuvimos algunos encuentros de Plena Consciencia en los que una de las meditaciones era en contacto con la Tierra, trabajando la huerta. Era un trabajo de atención plena, nos centrábamos totalmente en el Aquí y Ahora, en silencio, cada uno en su tarea, nos dimos cuenta de que la sonrisa interior y también muchas veces una suave sonrisa exterior afloraba a nuestros labios. Lo que haces ocupa tus manos y tu mente, la respiración fluye libre y nos aporta una sensación de bienestar. El entorno, estar al aire libre, sentir que compartes espacio con los pájaros, los lagartos y los insectos del lugar, el sol y el viento en la piel, nos conecta con el interser, intersomos con todo y sentimos la plenitud y el gozo de formar parte de algo más grande que se crea en este mismo momento con todos los que compartimos, y que nos deja huella. Empezamos esta Jornada de Atención Plena del mes de octubre escuchando de la app de Plum Village, El florecer del loto, el ejercicio 1: La alegría de la meditación como nutrimento. Como punto de salida la frase que nos movía era Momento Presente, Momento Maravilloso. Al practicar el Compartir desde el corazón salieron temas muy interesantes alrededor de la Madre Tierra. Fue realmente inspirador y emotivo. Los participantes de la Sangha de este día han querido compartir la vivencia, cada uno ha escrito lo que sintió este ratito. EXPERIENCIAS DE CONEXIÓN CON LA MADRE TIERRA Me incorporaba a la sesión de hoy con la voluntad de compartir aunque mi cuerpo no me acompañaba, dudé en quedarme a descansar y protegerme del calor. Al llegar previa la meditación de la tarde ya el grupo había compartido el trabajo en la tierra. Así que cuando arribé noté ese espacio bello por lo cuidado y frondoso a la vez, con la energía ya asentada del proceso del día, con lo cual fue como llegar a una balsa en un lago de paz y armonía permitiendo que mi espíritu se expandiera de forma holgada en mi interior y le dejara el espacio para habitarme. Cuan reconfortante es generar un silencio interior. Hoy en el entorno había mucho movimiento y ruidos poco habituales en el lugar, sin embargo, la serenidad del grupo consiguió contener y hacer la práctica, siendo un ejemplo claro de que cuando la paz está en uno no hay quien la interfiera así haya mucho jaleo externo. Un privilegio poder compartir y crecer hacia dentro con un grupo de personas en búsqueda de la paz y el respeto de formas iguales. Gracias por lo que cada persona aporta y es. Mª José Soy… el bosque… los pájaros… la brisa… el sol… yo… soy tú… tú eres yo… si pienso… veo el mundo… pequeño… si no pienso… no hay tiempo… no hay yo… no hay tú… Bea Mi instinto me llevó a un árbol sin hojas que necesitaba que cavara y abonara la tierra a su alrededor. Empecé a remover y aflojar la tierra para luego añadir abono. Lo hacía con consciencia, disfrutando de ello, fui conectándome con la tierra y sentía un remover interno, sobre todo cuando toqué la parte más dura fue como si algo que dentro de mí estaba anquilosado y escondido por ahí, cuando liberé las durezas de la tierra sentí esa misma liberación y alivio en mí. Fue una linda y liberadora experiencia que agradezco a la Madre Tierra. Elsa El contactar con la tierra, tocar la tierra con las manos, sentir su temperatura, su textura… es como una reconexión con la esencia… La esencia de la Madre Tierra, la esencia de tu alma… al estar presente en cada movimiento de trabajo en la huerta… como una meditación en acción… miles de pensamientos pueden venir… vas observando como van surgiendo semillas positivas y negativas de nuestra consciencia… van floreciendo poco a poco, es como el descubrimiento de tu alma… La reconexión con tu ser íntimo, a veces tu niño interior surge de esa reconexión con lo profundo, con la infancia, con esas sensaciones puras de regocijarte en el barro, su olor… su tacto… Sentir la tierra en estado puro. Quizás, al principio observas como quieres llegar al resultado final, a ver el trabajo hecho, quizás hasta medirlo en tiempo… pero poco a poco así como tus pensamientos se desvanecen, poco a poco adentrándote hasta que la naturaleza y mi ser se convierten en uno… Vas sintiendo cada vez más sensaciones corporales, imágenes de ese niño con espíritu limpio, la experiencia más cercana quizás a estar cerca de un buda, ese buda que tenemos en nuestro interior… lo podemos comprobar cada vez que estamos más cerca de esos momentos de quietud y paz mental en contacto con la Madre Tierra, más cerca del silencio puro que puedes experimentar. Pili

Retiro Madre Tierra 2024

¡Madre Tierra, gracias por acogernos para celebrar nuestro primer retiro! Entre los días 11 y 14 de julio, nos hemos reunido en Vilas (Gondomar), 18 personas, para disfrutar de un contacto íntimo y estrecho con la Tierra. Ha sido una experiencia maravillosa, de las que dejan huella en el corazón. Tener la oportunidad de despertar con la primera luz del día, para dirigirse a la sala de meditación al aire libre, entre los árboles, las plantas, los animales. Sintiendo la inmensidad del cielo sobre nuestras cabezas, el aire frío acariciándonos y el canto de los pájaros acompañando al silencio de la montaña y la tierra; ha sido espectacular. Por un momento he sentido al Buda en mí, meditando en los bosques, bajo el dosel de los árboles y la protección de la Tierra. Poder hacer movimiento consciente, con la salida de los primeros rayos del Padre Sol, calentando nuestro cuerpo. Caminar descalzo sobre la hierba. Pasear entre los árboles de ribera, de un arroyo de montaña. Acercarnos a los acantilados rocosos para contemplar el océano. Estar todo el día en contacto con los elementos y las condiciones que la Tierra nos ofrece, el frescor, el calor, la luz, la oscuridad, la niebla, la lluvia… ha hecho que me sintiera totalmente vivo. Conocer el medio que nos rodea de la mano de la sabiduría de Fonso y César, y el medio interno, a través de la guía de Luis, ha sido una oportunidad de reconocer la maravillosa sabiduría de la Vida, que está ahí, para nosotros y nosotras a cada momento. Saborear la comida elaborada en la lentitud y calidez del fuego de leña, y en la creatividad y consciencia de Alba, me ha nutrido totalmente, con una sensación de plenitud. Contactar con cada hermano y hermana que ha participado en este retiro, a través del silencio, de una sonrisa, una mirada o una conversación en un grupo pequeño, que ha permitido intimidad y cercanía con todos y todas, ha generado calidez y ternura en mi corazón. Celebrar la transmisión de los cinco entrenamientos, donde once hermanos y hermanas se comprometían bajo la mirada atenta y amorosa de la montaña, la tierra, las plantas, los animales y los minerales, a seguir un camino de vida consciente y compasivo, me ha llenado de alegría. Descansar, cuando la última luz del día se esconde y dormirse con los sonidos de la naturaleza arrullándonos, en la mágica noche, me ha transportado al misterio del silencio y la oscuridad. Observar, que hemos estado juntos y juntas como comunidad, sin más energía externa que la de la leña para cocinar. Que hemos disfrutado de alimentos ecológicos comprados en una pequeña tienda y panadería de la zona, generando economía local, así como verduras de nuestros vecinos y vecinas. Que hemos generado una sola bolsa de residuos a lo largo del retiro y que hemos compostado los pocos restos de comida y los desechos de los baños secos, para que vuelvan a la tierra. Que nos hemos duchado con agua fría de la montaña y nos hemos climatizado con el aire que el cielo nos ofrecía. Que hemos minimizado el contacto con elementos tecnológicos y artificiales para maximizar el contacto con la naturaleza, las personas y todos los seres. Todo ello, me ha hecho ver, que es posible vivir en contacto y armonía con la Tierra, como personas y como comunidad. ¡Gracias Madre Tierra y gracias a todas y todos los que habéis participado y hecho posible este retiro! Jorge Costas Solla (Sangha Terra de Presença, Pontevedra)

Día de la sobrecapacidad de la Tierra (Overshoot Day)

Hoy, es el primer domingo de mes, estamos sentados en el suelo de nuestra casa, Alba, Iris (nuestra hija de 6 años) y yo. Cada uno, tiene a su lado un cubo de basura. Basura que ha generado a lo largo del mes. Por turnos, vamos echando el contenido de nuestros cubos de basura sobre el suelo, y nos disponemos a observar y reflexionar sobre los residuos que hemos generado. Es una buena forma de tomar consciencia del impacto de nuestras acciones sobre la Tierra. Una maravillosa ocasión para intentar cambiar algunos de nuestros hábitos, que ayudarán a disminuir nuestra huella sobre el planeta. A Iris le encanta rebuscar entre la basura, e intentar aprovechar y dar un segundo uso a algunos residuos. Lo que no podemos re-aprovechar, lo separamos para reciclar y, por último, lo que no podemos reciclar, lo desechamos conscientes de dónde acabará. También tenemos un listado en el que apuntamos todo lo que consumimos, organizado por categorías. Esto nos ayuda a poder ser conscientes de nuestro consumo. Lo que cada miembro de la familia demanda de recursos del planeta. Con ello, podemos proponernos medidas concretas, para minimizar nuestro impacto sobre la Tierra. Este día de la basura nos encanta, es una forma de tomar consciencia sobre los recursos que consumimos, sobre los desperdicios que generamos y el impacto que tenemos sobre el planeta. Todo ello, nos alienta con alegría y esperanza, a comprometernos con pequeños cambios. Cuando soy consciente, puedo comprometerme a transformar. Hoy, 20 de mayo, es el Overshoot Day en España, es decir, el día de la sobrecapacidad de la Tierra. Este día, marca la fecha en la que la demanda de recursos y servicios ecológicos ha superado lo que la Tierra puede generar este año. Promovido por la ONG Global Footprint Network, pretende sensibilizarnos sobre el consumo ilimitado, en un mundo limitado. Esta fecha, es una forma de tomar consciencia como sociedad, para encontrar formas de cambiar la situación. Nos da la oportunidad de no continuar hipotecando el futuro de nuestros descendientes y de no expoliar los recursos de otros seres. Nos ofrece poder comprometernos no solo personalmente, sino también como comunidad y sociedad, a tomar acciones creativas, que ayuden a reducir nuestro consumo, para que todos los seres, presentes y futuros, puedan vivir mejor. Por ejemplo, reducir nuestra huella de transporte en un 50%, podría retrasar la sobrecapacidad de la Tierra en 13 días. Reducir a cero el desperdicio de alimentos, en otros 13 días, y reducir el consumo de carne en un 50%, en hasta 17 días. Mejorar la eficiencia energética, en 21 días. Y reducir nuestra huella de carbono en un 50%, en hasta 3 meses. Es necesario decrecer personalmente, como comunidad y sociedad, para continuar cuidando de la Tierra. Seguir ofreciendo un legado que nos ha sido dado, a las futuras generaciones y evitar el sufrimiento, de otros pueblos, culturas y seres vivos, a causa de nuestro elevado consumo. El cambio es posible, cuando tomamos consciencia y nos comprometemos, en pequeñas o grandes acciones, que transforman al mundo y a nosotros y nosotras mismas. Jorge Costas Solla (Sangha Terra de Presença, Pontevedra)

¡Galería de huertas!

Queridos hermanos y hermanas, Tal y como anunciábamos en nuestro último encuentro de primavera, «Cultivar un huerto», hemos creado una galería con todas las imágenes de huertas que nos habéis ido enviado. Muchas gracias por vuestra colaboración, continuamos abiertos a recibir más fotos. ¡Gracias por cultivar la Vida! Un hermoso loto de todo el equipo de Madre Tierra.

Una reflexión para la Semana Climática

En el mes de marzo celebramos la semana del Clima1. En apenas una semana, concentramos el Día Sin Carne, el Día Internacional de los Bosques, el Día Internacional del Agua, el Día Metereológico Mundial y, como broche, el Día Mundial del Clima. Un montón de oportunidades para animarnos a hacer algo más. Nos hacemos conscientes de que, como seres humanos, habitamos en un planeta vivo cuya estabilidad se ve amenazada por nuestras acciones. En consecuencia, nos comprometemos a ser más responsables en el cuidado que le (nos) ofrecemos para preservar la mayor biodiversidad posible, recordando con humildad que, entre esa biodiversidad se encuentra la supervivencia de nuestra especie. Cada año el ser humano emite a la atmósfera más de 54.000 millones de toneladas de gases de efecto invernadero (principalmente CO2)2 que impiden a la Tierra refrigerarse. Sabemos que la Tierra se está calentando. Nos encontramos en un círculo destructivo en el que, cuanto más calor retenemos en la atmósfera, menos calor somos capaces de expulsar. Sabemos que la temperatura media no puede ascender más de 1.5ºC, sin embargo, en España ya hemos alcanzado esa cifra en 20223 y se prevé que a nivel global la alcancemos en los próximos años. Lo peor es que sabemos que continuará subiendo, ¡y eso teniendo en cuenta que es sólo el 1% de la población más rica del planeta la que contamina tanto como los dos tercios más pobres!4. La codicia de unos pocos, sumada a la complicidad de muchos, no harán posible que nos mantengamos en unos límites seguros. Sabemos que no podemos continuar quemando combustibles fósiles mucho más tiempo, sin embargo parece que nos gusta el riesgo. Corremos cada vez más rápido hacia el precipicio de la humanidad consumiendo grandes cantidades de energía (el 77,01% de las emisiones se destinan a generar energía) para producir, principalmente, productos (9,1% de emisiones)5. Políticos y empresarios continúan fundamentando su actividad en el crecimiento, a pesar de que ya nos hemos dado cuenta de que no puede haber crecimiento infinito en un planeta finito. Necesitamos que el sistema decrezca para que las emisiones puedan frenarse y podamos preservar la vida que conocemos6. Así que nuestra mente debe moverse de sustituir a eliminar. La solución no está en pasar de consumir un refresco plastificado a hacerlo en un embalaje retornable. Retornable o no, el destino será el mismo: ensuciar nuestro precioso planeta. Necesitamos transformar completamente nuestra forma de pensar para que pueda verse modificado el uso que hacemos del planeta. Y aquí está la clave de nuestra crisis climática: el sistema nos ofrece una forma de vida de crecimiento infinito pero, nosotros y nosotras, como consumidores, podemos decidir no tomarla (o, al menos, tomarla sólo parcialmente). Nos cambian bolsas de plástico por bio-envases (que nos han hecho descubrir los bio-fakes7), nos ofrecen huevos de gallinas libres de jaulas (algo muy lejano a la vida en libertad)8, y con medidas como esta pretenden hacernos creer que hacemos lo suficiente para continuar consumiendo como lo hemos hecho en las últimas décadas, pero con la conciencia más tranquila. Los efectos del green washing9 o, más comúnmente, el lavado de cara al consumismo, no mejora los datos: en España emitimos una media de 5,5 toneladas de CO2 al año por persona, el doble de lo que deberíamos emitir para mantener el clima estable10. Sin embargo, nuestra plena consciencia nos puede ayudar a mantenernos en un pensamiento crítico, más allá de las supuestas soluciones que nos ofrecen. La Tierra ya se ha enfrentado antes a varias extinciones masivas (a cinco concretamente11), y estamos presenciando ahora mismo la sexta sin que parezca que mostremos demasiado asombro. En las últimas décadas hemos perdido el 69% de las especies animales12. Esta es una pérdida irreparable fruto de la acción directa e indirecta del ser humano. Dada la magnitud del problema que tenemos (deshielo, deforestación, pérdida de hábitats y especies, contaminación de tierra y agua…) es probable que lleguemos demasiado tarde para frenar el desastre; no obstante, con este paisaje ante nosotros y nosotras, tenemos el deber de intentarlo. Estamos en deuda con la Vida. Podemos asociarnos con organizaciones que luchan y presionan para que ocurran cambios a gran escala (a nivel político y empresarial), pero no nos conformemos solo con eso. Nuestra práctica de la plena consciencia nos invita a transformarnos para hacer nuestra parte. Por ínfima e insignificante que pueda parecernos nuestra parte individual, es una aportación indispensable para que un cambio en la consciencia global pueda ocurrir13. En España cada persona tiene asignadas unas 1,5 gha (hectáreas globales por habitante)14; parece bastante… sin embargo, el consumo de recursos que hacemos es de unos 2,7 planetas al año para mantener nuestra forma de vida15. Lamentablemente sólo tenemos uno. Así que observemos qué, cómo y porqué consumimos para comprender cuál es nuestra aportación a la crisis climática actual y poder actuar e influir positivamente en un cambio, siendo, primeramente, ese cambio que deseamos ver en el mundo. 1 https://teachersforfuturespain.org/yomeplanto/ 2 https://www.elsaltodiario.com/cambio-climatico/emisiones-gases-efecto-invernadero-llegan-maximo-historico-calienta-decada 3 https://showyourstripes.info/c/europe/spain/all 4 https://www.oxfam.org/es/notas-prensa/el-1-mas-rico-contamina-tanto-como-los-dos-tercios-mas-pobres-de-la-humanidad 5 https://www.europarl.europa.eu/topics/es/article/20180301STO98928/emisiones-de-gases-de-efecto-invernadero-por-pais-y-sector-infografia 6 https://www.ondacero.es/programas/julia-en-la-onda/audios-podcast/entrevistas/antonio-turiel-cientifico-csic-quien-puede-pensar-que-modelo-economico-orientado-crecimiento-infinito-puede-funcionar-planeta-finito_2024012665b3fbcbc3cb300001030dc4.html 7 https://www.tierra.org/bio-fakes-desvelamos-el-engano-que-hay-detras-de-los-bio-plasticos/ 8 https://ecoinventos.com/la-realidad-de-la-industria-del-huevo/ 9 https://climate.selectra.com/es/que-es/greenwashing 10 https://agroambient.gva.es/estatico/areas/educacion/educacion_ambiental/clarity/castellano/download/background-materials-poster09.pdf 11 https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/por-que-ocurrieron-5-extinciones-masivas-historia-y-como-se-esta-produciendo-sexta_21798 12 https://www.wwf.es/nuestro_trabajo/informe_planeta_vivo_ipv/ 13 https://www.rtve.es/play/audios/escribano-palustre/ 14 https://ecooo.es/blog/dia-de-la-sobrecapacidad-de-la-tierra-2023/ 15 https://overshoot.footprintnetwork.org/newsroom/country-overshoot-days/

La llamada de la Madre Tierra

He pasado casi toda mi vida, «ajena» (o, más bien, inconsciente) a los principios y valores que, hoy, conforman la base de mi existencia y me dan paz y seguridad, aunque, dada la impermanencia de todo cuanto nos rodea, intento no hacer de ellos ningún credo… Quizás, algún día, estos principios también cambien… Es posible… Pero lo que sé que nunca cambiará es mi ser más profundo… Ese que ya era en esa etapa oscura, sin luz, de mi vida, en la que sólo sentía y mostraba, mis limitaciones, mis debilidades, mis hábitos, adquiridos y arraigados desde tantos años atrás, y, apenas, tímidamente, de vez en cuando, emergían, de las profundidades de mi consciencia, mis fortalezas, mis capacidades y mi valía… Gracias a la vida y a su mágico devenir, hoy sé cosas de mí que antes ignoraba y que me han ayudado a comprenderme, a aceptarme y a quererme, y, de esta forma, comprender, aceptar y querer a los que me rodean. Por supuesto que todavía me queda mucho que aprender y descubrir, y no tengo ni idea de por dónde me llevará la vida, pero lo que sí sé, es cómo me quiero sentir y cómo quiero vivir, en esta última etapa del camino que, irremediablemente, ya ha comenzado. Quiero seguir fluyendo con la vida, viviendo con sencillez y con naturalidad, disfrutando cada momento y agradeciendo cada día, por toda la abundancia que poseo. Esto no significa que no tenga «sueños», ni ilusiones, o que quiera quedarme quieta, sin esperar nada y sin ningún objetivo… He sido bastante inquieta, en mi juventud y en mi madurez, y siempre me ha gustado estar «activa», haciendo algo, y aunque ya no tengo la fuerza ni la energía de antaño, como se suele decir, «la cabra tira al monte»… Durante los últimos meses, he estado reflexionando mucho sobre qué me gustaría hacer en los próximos años, en los que, ya liberada de obligaciones laborales y familiares, dispongo del tiempo y de la libertad (y, por ahora, del más preciado de los dones: la salud), para dedicarme a aquello que quiera y que quiero hacer. Después de muchas ideas dispares, desde montar un alojamiento rural, sostenible y ecológico, una residencia para animales abandonados, un centro para jóvenes interesados en proyectos medioambientales, o dedicarme a la permacultura, la verdad es que… todavía no lo he decidido, pero sí observo que hay un denominador común en todos ellos, que será la base y el impulso de lo que sea que termine haciendo, y que es, mi amor por la Naturaleza y mi ilusión por hacer algo en armonía con la Madre Tierra. Por circunstancias y casualidades (o, más bien, «causalidades», creo yo) de la vida, adquirí, hace cuatro años, un terreno, de casi una hectárea, en una pequeña aldea de Senegal… Allí viví la etapa más intensa y las experiencias más sorprendentes de mi vida… Aprendí muchísimo de las gentes con las que conviví, pero, sobre todo, aprendí de la Naturaleza… Aprendí que los árboles te regalan fruta fresca cada mañana; que las raíces y las hojas de algunos de ellos, te curan enfermedades; que las ramas secas de otros, te proporcionan fuego para cocinar y calentarte por las noches; que los pájaros, además de parlotear constantemente entre sí, acuden, sin miedo, a beber y a refrescarse en el agua que les pones cada mañana en su bebedero; que los monos te observan con curiosidad desde las ramas de los árboles y te «roban» la comida, cuando te alejas de la cocina; que el océano te regala peces cuando no tienes qué comer; que la Luna y las estrellas, te sirven de guía cuando caminas por el bosque de noche; que el viento y la lluvia te cantan nanas cuando no puedes dormir; que cada puesta de sol es más maravillosa y más sublime que la anterior… Todo lo que la Madre Tierra me regaló en esa época, ha sido el mayor don que he recibido nunca y esas experiencias me han marcado profundamente… Es cierto que viví también situaciones, digamos, desagradables, pero todas las dificultades por las que pasé, me han hecho aprender, crecer y madurar. Mi mayor deseo, ahora, es volver a «mi paraíso», si bien el paraíso está allá donde queramos que esté… Pero creo que este deseo está muy en sintonía con mi proyecto, que aunque todavía está sin detallar, sí coincide con la esencia y el motor que impulsa ahora mi vida, y que no es otro que el de hacer algo por la Madre Tierra. No se trata de «devolver» a la Naturaleza lo que ella me dió, porque ésto me suena a «comercio» o a «trato», y nada más alejado de la realidad, puesto que la Tierra nos regala siempre, sin pedir nada a cambio; incluso cuando la maltratamos, ella nos sigue queriendo y dando, como una madre quiere y da a sus hijos… Más bien, se trata de ofrecer algo a la Tierra, por muy pequeño e insignificante que sea, en señal de honra, de respeto y de agradecimiento. Y ese algo, sin saber todavía muy bien qué será, pasará por ponerla en valor, por cuidarla, por mimarla, por defenderla ante el daño que algunos quieran infringirle… Y, precisamente cuándo todas estas ideas van tomando forma y mi decisión de continuar allí mi camino va afianzándose cada vez más, surge, de repente, un problema, grave, como casi todos los que asolan este bello continente… En realidad, no es más grave porque sea Africa, en donde todavía existe la naturaleza en estado puro… Todo atentado contra la Naturaleza es igual de grave, y, a diario, ocurren casos similares, o peores, pero yo lo siento y lo vivo con más intensidad porque me toca más de cerca: dos proyectos de gran envergadura, política y económica, han venido a instalarse en esta zona, donde se encuentra «mi paraíso», para poner en peligro, no sólo mi sueño, sino la forma de vida y la subsistencia de especies vegetales y …

«¿Qué puedo hacer yo?»

En los últimos años me he sentido arrastrada al oír o leer alguna noticia sobre la crisis climática. El miedo, la ansiedad o la tristeza se apoderaban de mí y, en la mayoría de ocasiones, ni siquiera era consciente. A veces, pasaban varias horas o incluso días desde que recibía la información hasta que comenzaban esas emociones desagradables. He tardado mucho tiempo en llegar incluso a poner un nombre a eso que sentía, pues por lo general sólo sabía que me sentía ansiosa, pero no llegaba a detectar que la raíz estaba en la noticia que había leído, por ejemplo, el día anterior. En muchos momentos me he sentido atada de piés y manos ante la crisis planetaria actual. Ríos desbordados, campos secos, bosques quemados… Imágenes de lugares que, aún siendo lejanos, los siento parte de mí también. No es sencillo observarme como parte de una humanidad que se precipita al vacío y que arrastra consigo la estabilidad (e incluso la supervivencia) de multitud de especies. La ignorancia es una cuestión global. Y las acciones que consideramos insignificantes están afectando a la vida como un todo. “Ok, la cosa está complicada pero, ¿qué puedo hacer yo?”. Esta es una pregunta que me saca del saco negro de esas emociones para ponerme en un lugar de acción. Porque sí, con el tiempo, la quietud, la madurez… he descubierto que hay mucho que puedo (podemos) hacer de forma individual que tiene un impacto real, directo y muy tangible en el bienestar del planeta. Cuando una noticia me remueve, lo primero que hago es revisar mi parte de responsabilidad, de cocreación, en el desastre que estoy viendo. La práctica me enseña que mis acciones están presentes en todo eso que observo y que me duele. Para mí, la pregunta me lleva a una posición de coraje en la que, después de reconocerme como parte responsable del problema, me veo también como parte creadora de la solución. En los últimos años he elegido una forma de vida que es activismo vivo, encarnado. Eso es lo que he aprendido de Thay. Acertada o no, he dejado de arrastrar pancartas y de gritar a las puertas de los ayuntamientos. Ahora dispongo de más tiempo y más energía para cuidar del planeta en mi vida diaria, en las decisiones que tomo cada día. Un ejemplo. Me encantan los plátanos, los mangos, las chirimoyas… y todas esas frutas exóticas que venden envasadas en los supermercados, a veces incluso ecológicas. Sin embargo, la plena consciencia me ha llevado a dejar de comprarlas. ¿La razón? En una de esas cestas de la compra puede haber más kilómetros en vuelos de avión y camiones que los que pueda recorrer yo en toda mi vida. ¿Vale la pena? Cultivo la mayoría de lo que como, y lo que no puedo cultivar lo compro a productores locales o, como máximo, nacionales. No cojo aviones, compro a mi hija juguetes de segunda mano, hago mis necesidades en un cubo con serrín… En fin, hago lo que puedo. Y, con todo, sé que nunca llegaré a hacer ni todo lo que podría ni todo lo necesario. Así que, cuando leo una noticia, de esas desgarradoras, como los millones de hectáreas que arden descontroladas en Canadá, reconduzco la energía del sufrimiento que me genera en la voluntad para hacer algo, en mi vida, en mi día. La fuente de energía que me conduce hacia una vida más coherente entre lo que hago y lo que me gustaría llegar a hacer. Continúo aprendiendo a reajustar mis necesidades en base a una forma de pensamiento ecológico y, sobre todo, reconozco que me estoy volviendo más tolerante a las renuncias. Como dijo en algún momento Gustavo Duch, si existe una solución a esta crisis, pasará por elegir la sobriedad en lugar de la sostenibilidad. Y añado un último ejemplo para la reflexión: hace dos años instalamos placas solares en casa, lo cual fue un paso hacia la sostenibilidad (sostener el sistema y la forma de vida que tenemos sin hacer demasiadas renuncias); el camino de sobriedad habría sido dejar de utilizar electricidad. Cuando desarrollamos una forma de pensar descentralizada del yo y centrada en la Madre Tierra, la mente se llena de ideas sobrias, descabelladas. Con todo, esto es algo que lejos de asustarme, me alienta a ser creativa y esforzarme en descubrir cómo encajar en esta realidad que tengo lo que para este mundo desarrollado es una utopía. Alba Iglesias, sangha Terra de Presença (Galicia)

La motivación para impulsar un proyecto de comunidad consciente

Entré en contacto con Thay y Plum Village el verano de 2015, y fue a partir del 2016 cuando asistí a los retiros familiares estivales durante unos cuantos años, y finalmente realicé un voluntariado de mes y medio durante el verano de 2021. El contacto con el legado de Thay, sus enseñanzas y la comunidad que impulsó, desde un inicio generó un gran impacto en mí. A lo largo de estos años ha ido fructificando y haciéndose más patente. Desde hace un tiempo sentí que esa fraternidad que vivía en mis estancias en Plum Village, y que sentía en la sangha local en la que practicaba, la deseaba vivir plenamente en mi día a día. Por un momento pensé en la posibilidad de entrar en la comunidad monástica, y sentí que no era mi camino. Poco a poco fue tomando fuerza en mí la posibilidad de vivir en una comunidad. Este ha sido un proceso de varios años, donde mi sentir y las opciones han ido asentándose. La búsqueda de información, el contacto con asociaciones y profesionales de apoyo a cooperativas de vivienda, o el contacto con comunidades ya existentes, han formado parte de las estaciones por las que he ido pasando. Poco a poco han aparecido en mi vida personas con el mismo sentir, con las que compartir los anhelos y dudas. Nuestro maestro otra vez nos muestra el camino. La serenidad y consciencia en cada paso, el disfrute y cuidado de la Madre Tierra que somos todos. Gracias a todo el linaje de practicantes, ha llegado hasta nosotros el conocimiento, la experiencia y las prácticas para poder crear y hacer crecer una comunidad consciente. Su cálida y sólida presencia facilitará y sostendrá la consolidación tanto de los procesos personales como los grupales que surgirán. Todos ellos suponen grandes retos y grandes oportunidades para tod@s nosotr@s. Crear un espacio de paz donde el cuidado de la Madre Tierra y del grupo de personas que allí residamos, sea la base que se exprese a la sociedad a través de los servicios y productos que les ofrezcamos. Para que se pudiese materializar, la Vida puso las facilidades y alguna que otra piedrecita en el camino. Gracias a la herencia familiar y el patrimonio acumulado, conseguimos los recursos para poder encarar la adquisición de un lugar donde poder materializar la comunidad. Inicialmente buscamos en Aragón, Catalunya… siendo mallorquín, ni se me ocurrió buscar en la isla donde nací. Me decía que era difícil, la presión turística… de todas formas me di una oportunidad. De tres casas que encontramos que cumplían con lo que buscábamos, solo visité una. Y fue un gran encuentro. Descubrimos Son Baco. Una alquería de cerca de 170 años de antigüedad que había pertenecido siempre a la misma familia. Antigua zona de trabajo agrícola, con los años se había segregado entre familiares y dejado la actividad. Un cúmulo de sensaciones e información nos mostró la idoneidad del lugar: Las construcciones en buenas condiciones, las casi siete hectáreas de terreno de cultivo y bosque, el gran pozo de agua, la paz que transmite el lugar o la vista despejada, hacen de Son Baco el lugar idóneo donde crear y nutrir nuestra comunidad. Se van ideando y generando los primeros esbozos de tareas a realizar: desde la definición y priorización de las obras a realizar, el equilibrio necesario entre espacios de uso privativo y comunitario, o los trabajos profesionales a impulsar desde la comunidad. Propuestas hay muchas a definir e impulsar: Esta vivencia estará anclada en la experiencia diaria de vivir en la comunidad, en la felicidad y el gozo de ser y vivir el momento presente. En mi caso, el ejemplo y enseñanzas de Thay, así como las experiencias vividas en Plum Village, o en el grupo Madre Tierra, suponen una aportación imprescindible en mi senda, y un alimento muy nutritivo para este nuevo trayecto. Javier Liy, sangha Mallorca

El bosque de la esperanza

Querido Thay y querida Sangha. Mi nombre es Fátima Tamayo Ayarza, nacida y habitante en la tierra de Palencia. Hace ya casi 9 años, comencé con la práctica. Las palabras y la sabiduría de Thay alumbraron mi camino, y despertaron en mí una nueva forma de ver y comprender el mundo, y sobre todo de relacionarme con nuestra querida Madre Tierra. Yo siempre me había considerado una persona que amaba la naturaleza, especialmente la montaña y los bosques. Gracias a la práctica y a las palabras de Thay, comencé a enamorarme de verdad, a sentirla, a sentirme parte, a verla como mi verdadero hogar, y a quererla como a una Madre. Siento que hubo un gran cambio en mí, pasé de consumirla y usarla, a amarla profundamente. Neuropsicóloga de profesión, este proceso también despertó en mi la comprensión profunda de la relación directa e interdependiente entre el sufrimiento humano y la desconexión con nuestra querida Gaia. En mi regreso de India, donde el dolor hacia el sufrimiento de la Tierra aún me tocó más profundo, recuerdo ir al mirador de Autilla o también conocido como mirador de Tierra de Campos a meditar y encontrarme, ya que no sabía dónde ir ni qué hacer en aquel momento de mi vida. Para describir la imagen del paisaje, son 80 km de tierras de cultivo, principalmente trigo y cereal, donde uno puede contar con los dedos de las manos el número de árboles que hay, hasta llegar a la hermosa Montaña Palentina. Nunca lo había sentido así, nunca había sentido tanto el dolor y el daño causado en estas tierras, en mi tierra. Una parte del planeta que ha sido deforestada y maltratada durante siglos. Ahí, entendí mi “misión”, mi aspiración profunda de cuidar de este rincón del mundo. Recuerdo esos años donde recorría pueblos castellanos, impartiendo cursos y talleres de neuroeducación y mindfulness en escuelas, mi corazón lloraba por las desoladoras imágenes que esas carreteras brindaban a mis ojos, el desastre natural de la agricultura industrializada, del maltrato a la Tierra, de la explotación y el abuso sin pausa, sin corazón ni conciencia. Despertó en mí el deseo profundo de hacer algo, de ser ese cambio que quería ver, de sanar mi relación con ella, agradecer sus maravillas abundantes, y compartir con otros ese sentir. Y la Vida me regaló un trocito de Tierra a quien cuidar, a quien agradecer todo lo que me da, el Jardín Despierto. Una hectárea y media que reforestar, reverdecer, regenerar, sanar. Todo un camino de interser, donde me he visto a mí reflejada, donde cada día aprendo y crezco. Un ser vivo en forma de “Jardín”. Al lado de la finca, había un bosquecito, hermoso y frondoso, una antigua vía de tren conquistada por la naturaleza. Un refugio y hogar de numerosos seres vivos. Era el bosque de la esperanza, donde uno puede comprobar la resiliencia de estas tierras y su verdadera naturaleza Verde, su fertilidad y abundancia, diferente de la imagen de campos de cereal desolados y deshidratados. Palencia era una zona conocida por sus manantiales, lagunas naturales, donde muchas aves pasaban estancias. Una tierra fértil conocida por sus deliciosas peras, manzanas y membrillos, y sus ricas huertas y hortalizas. Ahora es un secarral, las fuentes y manantiales han desaparecido. Desde que llegué, sentí que este lugar me había elegido de alguna manera, que tenía que protegerlo y cuidarlo. Que era un lugar de esperanza verde y de conciencia, para mí y para aquellos que hasta ahora la han visitado y me han ayudado con su cariño y trabajo a transformarlo. Pero hace unas semanas, llegó el progreso oculto de “verde”. Un proyecto subvencionado por los Fondos Next Generation para la” sostenibilidad” y la “protección del medio ambiente”: la creación de una “vía verde”. Una vía verde que ha destruido este bosque, en unas horas. 50 años de evolución y vida destruidas por un carril bici de 6 metros de ancho, ahora un cementerio de almendros en flor, olmos, chopos, alisos, escaramujos, plantas silvestres, y un largo etc. La destrucción de los nidos de muchas aves y posiblemente algunas de ellas. Primero llegó la rabia a visitarme, la incomprensión, el dolor. Luego la desesperación, el llanto y el miedo; después una profunda tristeza. Pero doy gracias a la práctica, que alumbra este camino y este proceso, que me ayuda a transitar la dimensión última, a querer ser abrazada por algo mayor, a querer mirar profundo dentro de mí y fuera, a mirar con compasión a aquellos que lo están haciendo, a comprender su ignorancia, sus puntos de vista y los míos, a sanar mi dolor, a coger fuerzas e impulso para ser la resistencia, a ver una pequeña estrella donde siento oscuridad. Quiero avanzar en este proyecto con el que llevamos 7 años, y digo “llevamos” porque comencé “sola” y ahora somos una familia, una sangha verde, compuesta de muchos seres, humanos, animales, plantas y minerales. Me dejo acariciar por las voces de los monásticos y monásticas cantando Praising the Buddha que escuché por primera vez en el retiro “Coming Back to Mother Earth” y ecología profunda al que asistí en septiembre de este año. Escucho Little Star, recién lanzada estos días al público. Namo Avalokistesvhara, leo líneas de un Canto de Amor a la Tierra y reflexiones sobre el Sutra del diamante del libro Zen and the Art of Saving the Planet. Camino conscientemente sintiendo este lugar sagrado para mí y para el Jardín Despierto. Lugar por el que durante 7 años hemos caminado conscientemente con la querida Sangha Arcoiris. Sé que quienes lo están destruyendo, no tienen la suerte de haber encontrado este camino aún. Quienes sufren la ilusión de separación, solo ven unos arbolitos sin importancia, sin papeles, sin derechos. Pido a la vida cada mañana que despertemos, que despierten, que seamos más, que la conciencia alumbre nuestros corazones antes de que sea demasiado tarde. Que yo sepa soltar y abrazar mis emociones difíciles, y que la práctica me dé cobijo …

La vida pende de un sutil equilibrio

La vida pende de un sutil equilibrio entre el agua, la piedra, el espacio y la consciencia. De una suave armonía entre el sonido, la vista, el tacto y la intuición. Esta mañana me dispongo a ir al molino de agua para transformar trigo y centeno en harina. Me siento contento de poder ser la continuación de una tradición que se pierde en la comodidad de estos tiempos. La mayor parte de mis vecinos ya no siembra ni recoge su cereal y los pocos que lo hacen ya no necesitan harina para amasar su pan, o prefieren la rapidez de los molinos eléctricos a la lentitud de los métodos de antes. El abandono del mundo rural y la búsqueda de comodidad y rapidez hace que estas tradiciones que pervivieron largo tiempo y que alimentaron a todos mis ancestros, vayan cayendo en el olvido. Aun así, no deja de sorprenderme cómo cada vez que algún visitante se asoma por la puerta del molino, rememora con nostalgia cómo sus padres o abuelos molían y lo sabrosos que eran esos panes… Incluso los más jóvenes se sienten fascinados e intrigados, por ese artefacto secular, que funciona de forma misteriosa sin electricidad, ni tecnología. Ir al molino, me produce felicidad, más allá de preservar esta ancestral tradición, pues salir al inicio del día con un saco de cereal, mientras los pájaros cantan y el sol despunta en el horizonte, alegra mi corazón. Llegar y contemplar la hermosa arquitectura de piedra, en donde los mejores canteros dejaron su impronta y que unido a la madera, erige un artefacto tan sutil como rústico, no deja de causarme admiración. Depositar el grano en la moega (tolva) y esperar a que el rumor del agua, que cae en el cubo de piedra, se disponga a trasmutar los granos de cereal que pasan entre el traqueteo de dos inmensas piedras de granito, es uno de los mejores conciertos de música de los que he disfrutado y sigo disfrutando. Tocar la suavidad de la harina, recién salida del molino e inhalar su aroma, deleita mis sentidos y me siento impregnado de vida, tan impregnado como de harina está mi pelo, mi piel y mi ropa cuando termino. Y saborear el delicioso pan obtenido de esta harina, me nutre intensamente porque en este trozo de pan puedo observar la inmensidad de fenómenos que inter-son, en este preciso instante. Pero moler, no solo es poesía, también implica una inmersión de realidad. Para que el agua llegue al molino es necesario limpiar los canales que se llenan de maleza, cada poco tiempo. Mantener limpio y en condiciones el naciente de agua y la presa que la almacena que luego surte al molino, pues este no es un molino de río, sino de montaña, abastecido por un manantial que es necesario acumular en una presa, que dará la suficiente presión de agua durante una hora, para que el molino funcione. Es necesario reparar y equilibrar las diversas partes del molino, para conseguir que funcione, no de forma correcta, pues eso aquí no existe, pero que por lo menos funcione… Todo ello era un trabajo que se repartía entre una comunidad de al menos diez familias en cada uno de los cinco molinos que se diseminan por la ladera de la montaña y que hoy en día realizamos dos personas. A veces me parece un esfuerzo titánico y la desesperación me lleva a ver lo cómodo y “eficiente” que es pulsar el interruptor del molino eléctrico. Pero en lo profundo de mí, sé que es el camino que diligentemente quiero continuar, más allá de continuar una tradición, de lo bucólico que resulta, del esfuerzo y frustración que a veces siento. Es una llamada a cultivar el sutil equilibrio de la vida. Estos días leía el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) que calcula que hay 3.600 millones de personas en contextos altamente vulnerables al cambio climático. Alerta de que estamos perdiendo especies con miles de años de historia y poniendo en riesgo nuestros ecosistemas, nuestra seguridad alimentaria y nuestra humanidad. A veces me resultan distantes estos datos, pero hoy moliendo otra vez más, puedo observar la constatación de estos datos y palabras, en el molino de agua. Cada invierno, venía tal exceso de agua que el propio cauce no daba cuenta de guiar tanta abundancia. Ello permitía moler generosamente el cereal y también permitía conservar no solo el ecosistema a lo largo de la montaña que alimenta este molino, sino la sabiduría y la prosperidad de muchas generaciones que me precedieron. Hoy puedo observar cómo el caudal de agua disminuye tanto, pues cada invierno llueve menos, que hace cada vez más difícil continuar con este legado que nos ha nutrido a nosotros y a muchas especies durante siglos. Me hace tomar consciencia de que aunque tengamos grandes capacidades tecnológicas siempre dependeremos del medio natural. Hoy veo que no solo es un molino, que deja poco a poco de funcionar, sino una situación que me confronta con una realidad que vivimos y que el IPCC hace pública en datos. Por ello siento que continuar aquí, una vez más, intentando preservar un estilo de vida comunitario, sostenible, de esfuerzo, pero de gran belleza y plenitud es el paso que quiero seguir dando. Cuidar el sutil equilibrio que convierte los granos de cereal, en flor de harina, los “granos” o dificultades que hemos sembrado, en hermosas flores de vida. Jorge, Sangha Terra de Presencia