Tejiendo tapices con Coco

Estos días se cumplen diez años del fallecimiento de mi madre. Tras varios años de cuidados, el vacío externo e interno que vino después de su partida parecía insoportablemente doloroso. Por este motivo había decidido adoptar un perro abandonado, confiando en que así los dos podríamos hacer nuestro vacío un poco más llevadero. A los quince días llegaba Coco. Tenía 9 años y venía de otra ciudad, a más de 400km de mi casa. Sus primeros años los había pasado atado a una cadena, no sin escaparse de vez en cuando. Un familiar, de la que era entonces su dueña (qué palabra tan fea, ¡y cuánto nos habla de la relación humano-perro!), decidió llevárselo a vivir con él. Allí pasó una época gloriosa que acabó derivando en una situación peor que la anterior: vivía encerrado en un garaje. Pasaba días sin ver la luz del sol, ni tampoco a ninguna persona. Dormía, hacía sus necesidades y comía en el mismo sitio. Cuando supe de su historia dije “sí”, sin pensarlo demasiado. Las primeras semanas vivimos un enamoramiento. Nos necesitábamos mutuamente, así que nos dábamos mucho cariño y compañía. Paseábamos, nos acurrucábamos y disfrutábamos de un respiro emocional. Casi de forma inmediata a su llegada, comenzó a autolesionarse cuando se quedaba solo; al principio suave, después descontroladamente. Comenzaba por morderse un poco una pata hasta que se iba arrancando el pelo, y luego la piel. Llegó a tener la mitad del cuerpo en carne viva. Probamos de todo: medicación interna y externa, alimentos antialérgicos, champús especiales, comunicación animal, adiestramiento, collar isabelino… Descubrimos que cuando estaba muy cansado era más probable que no se lesionase, así que caminábamos durante kilómetros hasta que su ansiedad se amansaba. Cuando se relajaba, todos estábamos más relajados con él, y viceversa. Un día, mientras jugábamos en el parque a la pelota, Coco fue corriendo directo a un cachorrito de apenas un par de kilos para atacarle. Me quedé en shock. El hombre que iba con aquel perrito se encaramó hacia mí bastante loco —¡cómo juzgarle!— y yo agarré rápidamente a Coco y nos volvimos para casa. Estaba muy nerviosa y sentía que no había entendido nada. A partir de aquel momento, Coco fue expresando de forma más explícita toda la ira y frustración que llevaba dentro. Según en qué situaciones, según con qué perros, sus apenas 6 kilos traslucían una vida de años de sufrimiento. Aunque solía gruñir a algunos perros, no llegaba a atacarles, principalmente porque no se lo permitíamos. En una ocasión en que no pudimos evitarlo se rompió un dedo. ¡Pues aun con la pata colgando seguía intentando morder al otro! Un día, mientras paseábamos por la calle, gruñó al perro equivocado, un pitbull americano, un animal enorme que le cuadruplicaba en peso y en tamaño. A pesar de que el otro llevaba bozal, consiguió engancharlo, y lo que vino después fue un espectáculo. Cuando conseguimos separarlos, yo estaba tirada en la acera con él en los brazos mientras el otro hombre se disculpaba torpemente. Al llegar a casa me sentía completamente furiosa. Le grité. “¡No quiero verte nunca más!”, y muchas palabrotas. Estaba muy enfadada. De forma casi inmediata comencé a llorar desconsolada y comprendí que realmente estaba muy asustada. Terror disfrazado de ira. Entonces me di cuenta de que era un milagro que no se hubiera muerto, y que lo quería muchísimo. En cuanto fui consciente de esto, corrí inmediatamente para su cama, en donde estaba acurrucado desde que habíamos llegado a casa. Cuando le vi, tenía la cara llena de sangre. Estaba tan enfadada que ni siquiera me había parado a ver cómo estaba. En los años siguientes Coco me enseñó mucho acerca de entender las necesidades de aquellos que son diferentes, que se comportan de maneras que no comparto y, que muchas veces, ni siquiera comprendo. Me enseñó a estar presente y conectada con lo que el otro Es, más allá de mis ideas sobre cómo debería ser. Me enseñó que no hay infancias ni experiencias inocuas y que, tarde o temprano, aquello que nos traumatizó permea lo que somos, pudiendo llegar a invadirlo todo. Y también me enseñó que, con mucho amor y paciencia, hasta las heridas más feas pueden llegar a sanar. Aunque las cicatrices permanezcan. Con el paso de los años dejó de lesionarse y también dejó de gruñir. Como dejó de ver y de oír. Con su vejez, silenciosa y progresiva, comprobé cómo la vida nos da la oportunidad de soltar y confiar. Y cómo esta lección permanece siempre disponible. Hace un año, cuando dio su último aliento, Coco tenía 19 años. Le enterramos en el jardín, rodeado de flores; la imagen resultaba muy bella, como si se hubiera dormido en el paraíso. Reflexioné en los días siguientes sobre lo mucho que su presencia había transformado mi vida. Comprendí que la cuestión iba más allá del cariño que nos habíamos dado y de los paseos que habíamos compartido. Vi claramente cómo su llegada fue desatando una decisión tras otra, condicionando completamente cómo es mi vida hoy. El lugar en el que vivo, las personas con las que comparto, la profesión a la que me dedico, y mi visión misma de lo que es vivir, todo está absolutamente condicionado por el hecho de que él hubiese rozado mi vida. Creo que el interser nos habla profundamente de esto, de cómo el tapiz de nuestra vida se teje con múltiples hilos. Que no hay un hilo sin sentido, y que así como todo teje nuestra experiencia, también nosotros formamos parte del tejido de todo lo que tocamos. Alba Iglesias (Sangha Terra de Presença, Galicia)

Contactar con la tierra

Queridos lectores y lectoras, Deseamos que hayáis tenido unas buenas fiestas y hayáis podido disfrutar del contacto con vuestros seres queridos. Estamos comenzando este nuevo año 2025 y podemos empezarlo haciendo algunas reflexiones y compromisos para el año que entra apoyando nuestros valores y aspiraciones. Desde el equipo de Madre Tierra os invitamos a renovar este compromiso con el cuidado y protección de la tierra. Os enviamos este texto para hacer la práctica meditativa de Tocar la tierra. Está inspirado en la práctica de “Tocar la tierra” de Plum Village. Puedes encontrarla en varios libros de Thay, entre otros: Enseñanzas sobre el amor. Consúltalo si puedes y lee sus comentarios para comprender toda su profundidad. Esta práctica se realiza tumbado, tumbada, boca abajo para ponerse en contacto físico con la tierra, mientras escuchas o lees el texto. El texto evoca algunas imágenes para ayudarte a entrar en una meditación profunda sobre la tierra, generando un estado de sensibilidad y comprensión profunda que resulta muy poderosa y transformadora. Elige un sitio tranquilo y confortable donde puedas estar unos minutos tumbado/a. También podrías hacerlo sentado o sentada en tu cojín de meditación, mientras lees o escuchas este contacto con la tierra. Lee y reflexiona el texto antes para comprenderlo, ver el ritmo y cadencia que necesita, qué velocidad de lectura es apropiada y cuáles son las pausas necesarias para facilitar la visualización e interiorización del texto. Haz las pausas que necesites y consideres apropiadas según tu criterio personal. Luis del Val, maestro del Dharma y miembro del equipo Madre Tierra Contacto con la Tierra En señal de gratitud conecto con la Tierra y con todos los seres que la habitan Me siento protegido y alimentado por la tierra, física, emocional e intelectualmente. Agradezco su extraordinaria belleza y su capacidad para autorregularse y servir de soporte de toda expresión de vida. Envío todo mi amor y compasión por ti, Gaia, te visualizo como una gran Bodhisattva, generosa, inclusiva y armónica. Conecto ahora con ciertos espacios naturales: montañas, bosques, ríos, animales y con otras formas de vida. Soy consciente de su valiosa ayuda para ser más pacífico y amoroso y a conectar con el interser, la red que conecta la tierra con todos los seres que la habitan. Estos espacios son muy importantes para mi desarrollo y crecimiento espiritual y para mi bienestar y florecimiento como ser humano. * Conecto con todo el reino animal, con todas sus formas y formas de habitar en este planeta. Agradezco toda su belleza y su presencia en la tierra. Envío mi amor y compasión por todos ellos, los que habitan en los ríos, mares, océanos, en las montañas y bosques y en las ciudades. Me comprometo a proteger su vida y a cuidar de su bienestar y que puedan desarrollar su máximo potencial. * Conecto con todo el reino vegetal, las plantas, los árboles, arbustos, helechos, las algas marinas y los corales. Agradezco su belleza, su presencia y su contribución a la vida en la tierra. Envío mi amor y compasión por todos ellos, allí donde habiten, desde las tierras más frías a las más cálidas, desde las más secas a las más húmedas. Me comprometo a proteger su vida y a cuidar de su bienestar para que puedan desplegar su máximo potencial. * Conecto con el agua, oxígeno, calcio, hierro, silicio y con todo el reino mineral. Agradezco su belleza, su presencia y contribución a la vida en la tierra. Envío mi amor y gratitud por todos ellos, allá donde se encuentren. Me comprometo a cuidar y respetar su estado para contribuir y formar parte de la vida de muchos seres. Soy consciente de toda la explotación y abuso que te hemos infringido, sobreexplotando los bosques, contaminando los ríos y la atmosfera. Explotando a los animales y las plantas, debido a nuestra ignorancia, avidez o inconsciencia. Me comprometo a transformar la ignorancia, la codicia y la violencia que aún permanecen profundas en mí y en la conciencia colectiva de nuestra sociedad. Madre tierra te pido perdón con todo mi corazón y me comprometo a trabajar para protegerte y defenderte, para que las generaciones futuras te reciban en el mejor estado posible y aprendan también ellos y ellas a protegerte y defenderte. Siento tu energía, Madre Tierra, penetrando en mi cuerpo y en mi conciencia, aceptándome y apoyándome en esta tarea. (Pausa de silencio de varias respiraciones) (Tres sonidos de campana)

Experiencias de conexión con la Madre Tierra

Queridos hermanos y hermanas, Recientemente supimos que la Sangha de Tenerife había incorporado una huerta a sus encuentros, como forma de practicar la plena consciencia y de profundizar en su conexión con la Madre Tierra. Les hemos propuesto que nos compartiesen su experiencia y nos han regalado estos textos tan inspiradores para que todos y todas podamos llevar nuestra práctica también a este ámbito. Un hermoso loto de todo el equipo de Madre Tierra. Desde la Sangha Tenerife estamos encantados de participar con el grupo Madre Tierra. Ya durante la pasada primavera tuvimos algunos encuentros de Plena Consciencia en los que una de las meditaciones era en contacto con la Tierra, trabajando la huerta. Era un trabajo de atención plena, nos centrábamos totalmente en el Aquí y Ahora, en silencio, cada uno en su tarea, nos dimos cuenta de que la sonrisa interior y también muchas veces una suave sonrisa exterior afloraba a nuestros labios. Lo que haces ocupa tus manos y tu mente, la respiración fluye libre y nos aporta una sensación de bienestar. El entorno, estar al aire libre, sentir que compartes espacio con los pájaros, los lagartos y los insectos del lugar, el sol y el viento en la piel, nos conecta con el interser, intersomos con todo y sentimos la plenitud y el gozo de formar parte de algo más grande que se crea en este mismo momento con todos los que compartimos, y que nos deja huella. Empezamos esta Jornada de Atención Plena del mes de octubre escuchando de la app de Plum Village, El florecer del loto, el ejercicio 1: La alegría de la meditación como nutrimento. Como punto de salida la frase que nos movía era Momento Presente, Momento Maravilloso. Al practicar el Compartir desde el corazón salieron temas muy interesantes alrededor de la Madre Tierra. Fue realmente inspirador y emotivo. Los participantes de la Sangha de este día han querido compartir la vivencia, cada uno ha escrito lo que sintió este ratito. EXPERIENCIAS DE CONEXIÓN CON LA MADRE TIERRA Me incorporaba a la sesión de hoy con la voluntad de compartir aunque mi cuerpo no me acompañaba, dudé en quedarme a descansar y protegerme del calor. Al llegar previa la meditación de la tarde ya el grupo había compartido el trabajo en la tierra. Así que cuando arribé noté ese espacio bello por lo cuidado y frondoso a la vez, con la energía ya asentada del proceso del día, con lo cual fue como llegar a una balsa en un lago de paz y armonía permitiendo que mi espíritu se expandiera de forma holgada en mi interior y le dejara el espacio para habitarme. Cuan reconfortante es generar un silencio interior. Hoy en el entorno había mucho movimiento y ruidos poco habituales en el lugar, sin embargo, la serenidad del grupo consiguió contener y hacer la práctica, siendo un ejemplo claro de que cuando la paz está en uno no hay quien la interfiera así haya mucho jaleo externo. Un privilegio poder compartir y crecer hacia dentro con un grupo de personas en búsqueda de la paz y el respeto de formas iguales. Gracias por lo que cada persona aporta y es. Mª José Soy… el bosque… los pájaros… la brisa… el sol… yo… soy tú… tú eres yo… si pienso… veo el mundo… pequeño… si no pienso… no hay tiempo… no hay yo… no hay tú… Bea Mi instinto me llevó a un árbol sin hojas que necesitaba que cavara y abonara la tierra a su alrededor. Empecé a remover y aflojar la tierra para luego añadir abono. Lo hacía con consciencia, disfrutando de ello, fui conectándome con la tierra y sentía un remover interno, sobre todo cuando toqué la parte más dura fue como si algo que dentro de mí estaba anquilosado y escondido por ahí, cuando liberé las durezas de la tierra sentí esa misma liberación y alivio en mí. Fue una linda y liberadora experiencia que agradezco a la Madre Tierra. Elsa El contactar con la tierra, tocar la tierra con las manos, sentir su temperatura, su textura… es como una reconexión con la esencia… La esencia de la Madre Tierra, la esencia de tu alma… al estar presente en cada movimiento de trabajo en la huerta… como una meditación en acción… miles de pensamientos pueden venir… vas observando como van surgiendo semillas positivas y negativas de nuestra consciencia… van floreciendo poco a poco, es como el descubrimiento de tu alma… La reconexión con tu ser íntimo, a veces tu niño interior surge de esa reconexión con lo profundo, con la infancia, con esas sensaciones puras de regocijarte en el barro, su olor… su tacto… Sentir la tierra en estado puro. Quizás, al principio observas como quieres llegar al resultado final, a ver el trabajo hecho, quizás hasta medirlo en tiempo… pero poco a poco así como tus pensamientos se desvanecen, poco a poco adentrándote hasta que la naturaleza y mi ser se convierten en uno… Vas sintiendo cada vez más sensaciones corporales, imágenes de ese niño con espíritu limpio, la experiencia más cercana quizás a estar cerca de un buda, ese buda que tenemos en nuestro interior… lo podemos comprobar cada vez que estamos más cerca de esos momentos de quietud y paz mental en contacto con la Madre Tierra, más cerca del silencio puro que puedes experimentar. Pili

Retiro Madre Tierra 2024

¡Madre Tierra, gracias por acogernos para celebrar nuestro primer retiro! Entre los días 11 y 14 de julio, nos hemos reunido en Vilas (Gondomar), 18 personas, para disfrutar de un contacto íntimo y estrecho con la Tierra. Ha sido una experiencia maravillosa, de las que dejan huella en el corazón. Tener la oportunidad de despertar con la primera luz del día, para dirigirse a la sala de meditación al aire libre, entre los árboles, las plantas, los animales. Sintiendo la inmensidad del cielo sobre nuestras cabezas, el aire frío acariciándonos y el canto de los pájaros acompañando al silencio de la montaña y la tierra; ha sido espectacular. Por un momento he sentido al Buda en mí, meditando en los bosques, bajo el dosel de los árboles y la protección de la Tierra. Poder hacer movimiento consciente, con la salida de los primeros rayos del Padre Sol, calentando nuestro cuerpo. Caminar descalzo sobre la hierba. Pasear entre los árboles de ribera, de un arroyo de montaña. Acercarnos a los acantilados rocosos para contemplar el océano. Estar todo el día en contacto con los elementos y las condiciones que la Tierra nos ofrece, el frescor, el calor, la luz, la oscuridad, la niebla, la lluvia… ha hecho que me sintiera totalmente vivo. Conocer el medio que nos rodea de la mano de la sabiduría de Fonso y César, y el medio interno, a través de la guía de Luis, ha sido una oportunidad de reconocer la maravillosa sabiduría de la Vida, que está ahí, para nosotros y nosotras a cada momento. Saborear la comida elaborada en la lentitud y calidez del fuego de leña, y en la creatividad y consciencia de Alba, me ha nutrido totalmente, con una sensación de plenitud. Contactar con cada hermano y hermana que ha participado en este retiro, a través del silencio, de una sonrisa, una mirada o una conversación en un grupo pequeño, que ha permitido intimidad y cercanía con todos y todas, ha generado calidez y ternura en mi corazón. Celebrar la transmisión de los cinco entrenamientos, donde once hermanos y hermanas se comprometían bajo la mirada atenta y amorosa de la montaña, la tierra, las plantas, los animales y los minerales, a seguir un camino de vida consciente y compasivo, me ha llenado de alegría. Descansar, cuando la última luz del día se esconde y dormirse con los sonidos de la naturaleza arrullándonos, en la mágica noche, me ha transportado al misterio del silencio y la oscuridad. Observar, que hemos estado juntos y juntas como comunidad, sin más energía externa que la de la leña para cocinar. Que hemos disfrutado de alimentos ecológicos comprados en una pequeña tienda y panadería de la zona, generando economía local, así como verduras de nuestros vecinos y vecinas. Que hemos generado una sola bolsa de residuos a lo largo del retiro y que hemos compostado los pocos restos de comida y los desechos de los baños secos, para que vuelvan a la tierra. Que nos hemos duchado con agua fría de la montaña y nos hemos climatizado con el aire que el cielo nos ofrecía. Que hemos minimizado el contacto con elementos tecnológicos y artificiales para maximizar el contacto con la naturaleza, las personas y todos los seres. Todo ello, me ha hecho ver, que es posible vivir en contacto y armonía con la Tierra, como personas y como comunidad. ¡Gracias Madre Tierra y gracias a todas y todos los que habéis participado y hecho posible este retiro! Jorge Costas Solla (Sangha Terra de Presença, Pontevedra)

Día de la sobrecapacidad de la Tierra (Overshoot Day)

Hoy, es el primer domingo de mes, estamos sentados en el suelo de nuestra casa, Alba, Iris (nuestra hija de 6 años) y yo. Cada uno, tiene a su lado un cubo de basura. Basura que ha generado a lo largo del mes. Por turnos, vamos echando el contenido de nuestros cubos de basura sobre el suelo, y nos disponemos a observar y reflexionar sobre los residuos que hemos generado. Es una buena forma de tomar consciencia del impacto de nuestras acciones sobre la Tierra. Una maravillosa ocasión para intentar cambiar algunos de nuestros hábitos, que ayudarán a disminuir nuestra huella sobre el planeta. A Iris le encanta rebuscar entre la basura, e intentar aprovechar y dar un segundo uso a algunos residuos. Lo que no podemos re-aprovechar, lo separamos para reciclar y, por último, lo que no podemos reciclar, lo desechamos conscientes de dónde acabará. También tenemos un listado en el que apuntamos todo lo que consumimos, organizado por categorías. Esto nos ayuda a poder ser conscientes de nuestro consumo. Lo que cada miembro de la familia demanda de recursos del planeta. Con ello, podemos proponernos medidas concretas, para minimizar nuestro impacto sobre la Tierra. Este día de la basura nos encanta, es una forma de tomar consciencia sobre los recursos que consumimos, sobre los desperdicios que generamos y el impacto que tenemos sobre el planeta. Todo ello, nos alienta con alegría y esperanza, a comprometernos con pequeños cambios. Cuando soy consciente, puedo comprometerme a transformar. Hoy, 20 de mayo, es el Overshoot Day en España, es decir, el día de la sobrecapacidad de la Tierra. Este día, marca la fecha en la que la demanda de recursos y servicios ecológicos ha superado lo que la Tierra puede generar este año. Promovido por la ONG Global Footprint Network, pretende sensibilizarnos sobre el consumo ilimitado, en un mundo limitado. Esta fecha, es una forma de tomar consciencia como sociedad, para encontrar formas de cambiar la situación. Nos da la oportunidad de no continuar hipotecando el futuro de nuestros descendientes y de no expoliar los recursos de otros seres. Nos ofrece poder comprometernos no solo personalmente, sino también como comunidad y sociedad, a tomar acciones creativas, que ayuden a reducir nuestro consumo, para que todos los seres, presentes y futuros, puedan vivir mejor. Por ejemplo, reducir nuestra huella de transporte en un 50%, podría retrasar la sobrecapacidad de la Tierra en 13 días. Reducir a cero el desperdicio de alimentos, en otros 13 días, y reducir el consumo de carne en un 50%, en hasta 17 días. Mejorar la eficiencia energética, en 21 días. Y reducir nuestra huella de carbono en un 50%, en hasta 3 meses. Es necesario decrecer personalmente, como comunidad y sociedad, para continuar cuidando de la Tierra. Seguir ofreciendo un legado que nos ha sido dado, a las futuras generaciones y evitar el sufrimiento, de otros pueblos, culturas y seres vivos, a causa de nuestro elevado consumo. El cambio es posible, cuando tomamos consciencia y nos comprometemos, en pequeñas o grandes acciones, que transforman al mundo y a nosotros y nosotras mismas. Jorge Costas Solla (Sangha Terra de Presença, Pontevedra)

¡Galería de huertas!

Queridos hermanos y hermanas, Tal y como anunciábamos en nuestro último encuentro de primavera, «Cultivar un huerto», hemos creado una galería con todas las imágenes de huertas que nos habéis ido enviado. Muchas gracias por vuestra colaboración, continuamos abiertos a recibir más fotos. ¡Gracias por cultivar la Vida! Un hermoso loto de todo el equipo de Madre Tierra.

Una reflexión para la Semana Climática

En el mes de marzo celebramos la semana del Clima1. En apenas una semana, concentramos el Día Sin Carne, el Día Internacional de los Bosques, el Día Internacional del Agua, el Día Metereológico Mundial y, como broche, el Día Mundial del Clima. Un montón de oportunidades para animarnos a hacer algo más. Nos hacemos conscientes de que, como seres humanos, habitamos en un planeta vivo cuya estabilidad se ve amenazada por nuestras acciones. En consecuencia, nos comprometemos a ser más responsables en el cuidado que le (nos) ofrecemos para preservar la mayor biodiversidad posible, recordando con humildad que, entre esa biodiversidad se encuentra la supervivencia de nuestra especie. Cada año el ser humano emite a la atmósfera más de 54.000 millones de toneladas de gases de efecto invernadero (principalmente CO2)2 que impiden a la Tierra refrigerarse. Sabemos que la Tierra se está calentando. Nos encontramos en un círculo destructivo en el que, cuanto más calor retenemos en la atmósfera, menos calor somos capaces de expulsar. Sabemos que la temperatura media no puede ascender más de 1.5ºC, sin embargo, en España ya hemos alcanzado esa cifra en 20223 y se prevé que a nivel global la alcancemos en los próximos años. Lo peor es que sabemos que continuará subiendo, ¡y eso teniendo en cuenta que es sólo el 1% de la población más rica del planeta la que contamina tanto como los dos tercios más pobres!4. La codicia de unos pocos, sumada a la complicidad de muchos, no harán posible que nos mantengamos en unos límites seguros. Sabemos que no podemos continuar quemando combustibles fósiles mucho más tiempo, sin embargo parece que nos gusta el riesgo. Corremos cada vez más rápido hacia el precipicio de la humanidad consumiendo grandes cantidades de energía (el 77,01% de las emisiones se destinan a generar energía) para producir, principalmente, productos (9,1% de emisiones)5. Políticos y empresarios continúan fundamentando su actividad en el crecimiento, a pesar de que ya nos hemos dado cuenta de que no puede haber crecimiento infinito en un planeta finito. Necesitamos que el sistema decrezca para que las emisiones puedan frenarse y podamos preservar la vida que conocemos6. Así que nuestra mente debe moverse de sustituir a eliminar. La solución no está en pasar de consumir un refresco plastificado a hacerlo en un embalaje retornable. Retornable o no, el destino será el mismo: ensuciar nuestro precioso planeta. Necesitamos transformar completamente nuestra forma de pensar para que pueda verse modificado el uso que hacemos del planeta. Y aquí está la clave de nuestra crisis climática: el sistema nos ofrece una forma de vida de crecimiento infinito pero, nosotros y nosotras, como consumidores, podemos decidir no tomarla (o, al menos, tomarla sólo parcialmente). Nos cambian bolsas de plástico por bio-envases (que nos han hecho descubrir los bio-fakes7), nos ofrecen huevos de gallinas libres de jaulas (algo muy lejano a la vida en libertad)8, y con medidas como esta pretenden hacernos creer que hacemos lo suficiente para continuar consumiendo como lo hemos hecho en las últimas décadas, pero con la conciencia más tranquila. Los efectos del green washing9 o, más comúnmente, el lavado de cara al consumismo, no mejora los datos: en España emitimos una media de 5,5 toneladas de CO2 al año por persona, el doble de lo que deberíamos emitir para mantener el clima estable10. Sin embargo, nuestra plena consciencia nos puede ayudar a mantenernos en un pensamiento crítico, más allá de las supuestas soluciones que nos ofrecen. La Tierra ya se ha enfrentado antes a varias extinciones masivas (a cinco concretamente11), y estamos presenciando ahora mismo la sexta sin que parezca que mostremos demasiado asombro. En las últimas décadas hemos perdido el 69% de las especies animales12. Esta es una pérdida irreparable fruto de la acción directa e indirecta del ser humano. Dada la magnitud del problema que tenemos (deshielo, deforestación, pérdida de hábitats y especies, contaminación de tierra y agua…) es probable que lleguemos demasiado tarde para frenar el desastre; no obstante, con este paisaje ante nosotros y nosotras, tenemos el deber de intentarlo. Estamos en deuda con la Vida. Podemos asociarnos con organizaciones que luchan y presionan para que ocurran cambios a gran escala (a nivel político y empresarial), pero no nos conformemos solo con eso. Nuestra práctica de la plena consciencia nos invita a transformarnos para hacer nuestra parte. Por ínfima e insignificante que pueda parecernos nuestra parte individual, es una aportación indispensable para que un cambio en la consciencia global pueda ocurrir13. En España cada persona tiene asignadas unas 1,5 gha (hectáreas globales por habitante)14; parece bastante… sin embargo, el consumo de recursos que hacemos es de unos 2,7 planetas al año para mantener nuestra forma de vida15. Lamentablemente sólo tenemos uno. Así que observemos qué, cómo y porqué consumimos para comprender cuál es nuestra aportación a la crisis climática actual y poder actuar e influir positivamente en un cambio, siendo, primeramente, ese cambio que deseamos ver en el mundo. 1 https://teachersforfuturespain.org/yomeplanto/ 2 https://www.elsaltodiario.com/cambio-climatico/emisiones-gases-efecto-invernadero-llegan-maximo-historico-calienta-decada 3 https://showyourstripes.info/c/europe/spain/all 4 https://www.oxfam.org/es/notas-prensa/el-1-mas-rico-contamina-tanto-como-los-dos-tercios-mas-pobres-de-la-humanidad 5 https://www.europarl.europa.eu/topics/es/article/20180301STO98928/emisiones-de-gases-de-efecto-invernadero-por-pais-y-sector-infografia 6 https://www.ondacero.es/programas/julia-en-la-onda/audios-podcast/entrevistas/antonio-turiel-cientifico-csic-quien-puede-pensar-que-modelo-economico-orientado-crecimiento-infinito-puede-funcionar-planeta-finito_2024012665b3fbcbc3cb300001030dc4.html 7 https://www.tierra.org/bio-fakes-desvelamos-el-engano-que-hay-detras-de-los-bio-plasticos/ 8 https://ecoinventos.com/la-realidad-de-la-industria-del-huevo/ 9 https://climate.selectra.com/es/que-es/greenwashing 10 https://agroambient.gva.es/estatico/areas/educacion/educacion_ambiental/clarity/castellano/download/background-materials-poster09.pdf 11 https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/por-que-ocurrieron-5-extinciones-masivas-historia-y-como-se-esta-produciendo-sexta_21798 12 https://www.wwf.es/nuestro_trabajo/informe_planeta_vivo_ipv/ 13 https://www.rtve.es/play/audios/escribano-palustre/ 14 https://ecooo.es/blog/dia-de-la-sobrecapacidad-de-la-tierra-2023/ 15 https://overshoot.footprintnetwork.org/newsroom/country-overshoot-days/

La llamada de la Madre Tierra

He pasado casi toda mi vida, «ajena» (o, más bien, inconsciente) a los principios y valores que, hoy, conforman la base de mi existencia y me dan paz y seguridad, aunque, dada la impermanencia de todo cuanto nos rodea, intento no hacer de ellos ningún credo… Quizás, algún día, estos principios también cambien… Es posible… Pero lo que sé que nunca cambiará es mi ser más profundo… Ese que ya era en esa etapa oscura, sin luz, de mi vida, en la que sólo sentía y mostraba, mis limitaciones, mis debilidades, mis hábitos, adquiridos y arraigados desde tantos años atrás, y, apenas, tímidamente, de vez en cuando, emergían, de las profundidades de mi consciencia, mis fortalezas, mis capacidades y mi valía… Gracias a la vida y a su mágico devenir, hoy sé cosas de mí que antes ignoraba y que me han ayudado a comprenderme, a aceptarme y a quererme, y, de esta forma, comprender, aceptar y querer a los que me rodean. Por supuesto que todavía me queda mucho que aprender y descubrir, y no tengo ni idea de por dónde me llevará la vida, pero lo que sí sé, es cómo me quiero sentir y cómo quiero vivir, en esta última etapa del camino que, irremediablemente, ya ha comenzado. Quiero seguir fluyendo con la vida, viviendo con sencillez y con naturalidad, disfrutando cada momento y agradeciendo cada día, por toda la abundancia que poseo. Esto no significa que no tenga «sueños», ni ilusiones, o que quiera quedarme quieta, sin esperar nada y sin ningún objetivo… He sido bastante inquieta, en mi juventud y en mi madurez, y siempre me ha gustado estar «activa», haciendo algo, y aunque ya no tengo la fuerza ni la energía de antaño, como se suele decir, «la cabra tira al monte»… Durante los últimos meses, he estado reflexionando mucho sobre qué me gustaría hacer en los próximos años, en los que, ya liberada de obligaciones laborales y familiares, dispongo del tiempo y de la libertad (y, por ahora, del más preciado de los dones: la salud), para dedicarme a aquello que quiera y que quiero hacer. Después de muchas ideas dispares, desde montar un alojamiento rural, sostenible y ecológico, una residencia para animales abandonados, un centro para jóvenes interesados en proyectos medioambientales, o dedicarme a la permacultura, la verdad es que… todavía no lo he decidido, pero sí observo que hay un denominador común en todos ellos, que será la base y el impulso de lo que sea que termine haciendo, y que es, mi amor por la Naturaleza y mi ilusión por hacer algo en armonía con la Madre Tierra. Por circunstancias y casualidades (o, más bien, «causalidades», creo yo) de la vida, adquirí, hace cuatro años, un terreno, de casi una hectárea, en una pequeña aldea de Senegal… Allí viví la etapa más intensa y las experiencias más sorprendentes de mi vida… Aprendí muchísimo de las gentes con las que conviví, pero, sobre todo, aprendí de la Naturaleza… Aprendí que los árboles te regalan fruta fresca cada mañana; que las raíces y las hojas de algunos de ellos, te curan enfermedades; que las ramas secas de otros, te proporcionan fuego para cocinar y calentarte por las noches; que los pájaros, además de parlotear constantemente entre sí, acuden, sin miedo, a beber y a refrescarse en el agua que les pones cada mañana en su bebedero; que los monos te observan con curiosidad desde las ramas de los árboles y te «roban» la comida, cuando te alejas de la cocina; que el océano te regala peces cuando no tienes qué comer; que la Luna y las estrellas, te sirven de guía cuando caminas por el bosque de noche; que el viento y la lluvia te cantan nanas cuando no puedes dormir; que cada puesta de sol es más maravillosa y más sublime que la anterior… Todo lo que la Madre Tierra me regaló en esa época, ha sido el mayor don que he recibido nunca y esas experiencias me han marcado profundamente… Es cierto que viví también situaciones, digamos, desagradables, pero todas las dificultades por las que pasé, me han hecho aprender, crecer y madurar. Mi mayor deseo, ahora, es volver a «mi paraíso», si bien el paraíso está allá donde queramos que esté… Pero creo que este deseo está muy en sintonía con mi proyecto, que aunque todavía está sin detallar, sí coincide con la esencia y el motor que impulsa ahora mi vida, y que no es otro que el de hacer algo por la Madre Tierra. No se trata de «devolver» a la Naturaleza lo que ella me dió, porque ésto me suena a «comercio» o a «trato», y nada más alejado de la realidad, puesto que la Tierra nos regala siempre, sin pedir nada a cambio; incluso cuando la maltratamos, ella nos sigue queriendo y dando, como una madre quiere y da a sus hijos… Más bien, se trata de ofrecer algo a la Tierra, por muy pequeño e insignificante que sea, en señal de honra, de respeto y de agradecimiento. Y ese algo, sin saber todavía muy bien qué será, pasará por ponerla en valor, por cuidarla, por mimarla, por defenderla ante el daño que algunos quieran infringirle… Y, precisamente cuándo todas estas ideas van tomando forma y mi decisión de continuar allí mi camino va afianzándose cada vez más, surge, de repente, un problema, grave, como casi todos los que asolan este bello continente… En realidad, no es más grave porque sea Africa, en donde todavía existe la naturaleza en estado puro… Todo atentado contra la Naturaleza es igual de grave, y, a diario, ocurren casos similares, o peores, pero yo lo siento y lo vivo con más intensidad porque me toca más de cerca: dos proyectos de gran envergadura, política y económica, han venido a instalarse en esta zona, donde se encuentra «mi paraíso», para poner en peligro, no sólo mi sueño, sino la forma de vida y la subsistencia de especies vegetales y …

«¿Qué puedo hacer yo?»

En los últimos años me he sentido arrastrada al oír o leer alguna noticia sobre la crisis climática. El miedo, la ansiedad o la tristeza se apoderaban de mí y, en la mayoría de ocasiones, ni siquiera era consciente. A veces, pasaban varias horas o incluso días desde que recibía la información hasta que comenzaban esas emociones desagradables. He tardado mucho tiempo en llegar incluso a poner un nombre a eso que sentía, pues por lo general sólo sabía que me sentía ansiosa, pero no llegaba a detectar que la raíz estaba en la noticia que había leído, por ejemplo, el día anterior. En muchos momentos me he sentido atada de piés y manos ante la crisis planetaria actual. Ríos desbordados, campos secos, bosques quemados… Imágenes de lugares que, aún siendo lejanos, los siento parte de mí también. No es sencillo observarme como parte de una humanidad que se precipita al vacío y que arrastra consigo la estabilidad (e incluso la supervivencia) de multitud de especies. La ignorancia es una cuestión global. Y las acciones que consideramos insignificantes están afectando a la vida como un todo. “Ok, la cosa está complicada pero, ¿qué puedo hacer yo?”. Esta es una pregunta que me saca del saco negro de esas emociones para ponerme en un lugar de acción. Porque sí, con el tiempo, la quietud, la madurez… he descubierto que hay mucho que puedo (podemos) hacer de forma individual que tiene un impacto real, directo y muy tangible en el bienestar del planeta. Cuando una noticia me remueve, lo primero que hago es revisar mi parte de responsabilidad, de cocreación, en el desastre que estoy viendo. La práctica me enseña que mis acciones están presentes en todo eso que observo y que me duele. Para mí, la pregunta me lleva a una posición de coraje en la que, después de reconocerme como parte responsable del problema, me veo también como parte creadora de la solución. En los últimos años he elegido una forma de vida que es activismo vivo, encarnado. Eso es lo que he aprendido de Thay. Acertada o no, he dejado de arrastrar pancartas y de gritar a las puertas de los ayuntamientos. Ahora dispongo de más tiempo y más energía para cuidar del planeta en mi vida diaria, en las decisiones que tomo cada día. Un ejemplo. Me encantan los plátanos, los mangos, las chirimoyas… y todas esas frutas exóticas que venden envasadas en los supermercados, a veces incluso ecológicas. Sin embargo, la plena consciencia me ha llevado a dejar de comprarlas. ¿La razón? En una de esas cestas de la compra puede haber más kilómetros en vuelos de avión y camiones que los que pueda recorrer yo en toda mi vida. ¿Vale la pena? Cultivo la mayoría de lo que como, y lo que no puedo cultivar lo compro a productores locales o, como máximo, nacionales. No cojo aviones, compro a mi hija juguetes de segunda mano, hago mis necesidades en un cubo con serrín… En fin, hago lo que puedo. Y, con todo, sé que nunca llegaré a hacer ni todo lo que podría ni todo lo necesario. Así que, cuando leo una noticia, de esas desgarradoras, como los millones de hectáreas que arden descontroladas en Canadá, reconduzco la energía del sufrimiento que me genera en la voluntad para hacer algo, en mi vida, en mi día. La fuente de energía que me conduce hacia una vida más coherente entre lo que hago y lo que me gustaría llegar a hacer. Continúo aprendiendo a reajustar mis necesidades en base a una forma de pensamiento ecológico y, sobre todo, reconozco que me estoy volviendo más tolerante a las renuncias. Como dijo en algún momento Gustavo Duch, si existe una solución a esta crisis, pasará por elegir la sobriedad en lugar de la sostenibilidad. Y añado un último ejemplo para la reflexión: hace dos años instalamos placas solares en casa, lo cual fue un paso hacia la sostenibilidad (sostener el sistema y la forma de vida que tenemos sin hacer demasiadas renuncias); el camino de sobriedad habría sido dejar de utilizar electricidad. Cuando desarrollamos una forma de pensar descentralizada del yo y centrada en la Madre Tierra, la mente se llena de ideas sobrias, descabelladas. Con todo, esto es algo que lejos de asustarme, me alienta a ser creativa y esforzarme en descubrir cómo encajar en esta realidad que tengo lo que para este mundo desarrollado es una utopía. Alba Iglesias, sangha Terra de Presença (Galicia)

La motivación para impulsar un proyecto de comunidad consciente

Entré en contacto con Thay y Plum Village el verano de 2015, y fue a partir del 2016 cuando asistí a los retiros familiares estivales durante unos cuantos años, y finalmente realicé un voluntariado de mes y medio durante el verano de 2021. El contacto con el legado de Thay, sus enseñanzas y la comunidad que impulsó, desde un inicio generó un gran impacto en mí. A lo largo de estos años ha ido fructificando y haciéndose más patente. Desde hace un tiempo sentí que esa fraternidad que vivía en mis estancias en Plum Village, y que sentía en la sangha local en la que practicaba, la deseaba vivir plenamente en mi día a día. Por un momento pensé en la posibilidad de entrar en la comunidad monástica, y sentí que no era mi camino. Poco a poco fue tomando fuerza en mí la posibilidad de vivir en una comunidad. Este ha sido un proceso de varios años, donde mi sentir y las opciones han ido asentándose. La búsqueda de información, el contacto con asociaciones y profesionales de apoyo a cooperativas de vivienda, o el contacto con comunidades ya existentes, han formado parte de las estaciones por las que he ido pasando. Poco a poco han aparecido en mi vida personas con el mismo sentir, con las que compartir los anhelos y dudas. Nuestro maestro otra vez nos muestra el camino. La serenidad y consciencia en cada paso, el disfrute y cuidado de la Madre Tierra que somos todos. Gracias a todo el linaje de practicantes, ha llegado hasta nosotros el conocimiento, la experiencia y las prácticas para poder crear y hacer crecer una comunidad consciente. Su cálida y sólida presencia facilitará y sostendrá la consolidación tanto de los procesos personales como los grupales que surgirán. Todos ellos suponen grandes retos y grandes oportunidades para tod@s nosotr@s. Crear un espacio de paz donde el cuidado de la Madre Tierra y del grupo de personas que allí residamos, sea la base que se exprese a la sociedad a través de los servicios y productos que les ofrezcamos. Para que se pudiese materializar, la Vida puso las facilidades y alguna que otra piedrecita en el camino. Gracias a la herencia familiar y el patrimonio acumulado, conseguimos los recursos para poder encarar la adquisición de un lugar donde poder materializar la comunidad. Inicialmente buscamos en Aragón, Catalunya… siendo mallorquín, ni se me ocurrió buscar en la isla donde nací. Me decía que era difícil, la presión turística… de todas formas me di una oportunidad. De tres casas que encontramos que cumplían con lo que buscábamos, solo visité una. Y fue un gran encuentro. Descubrimos Son Baco. Una alquería de cerca de 170 años de antigüedad que había pertenecido siempre a la misma familia. Antigua zona de trabajo agrícola, con los años se había segregado entre familiares y dejado la actividad. Un cúmulo de sensaciones e información nos mostró la idoneidad del lugar: Las construcciones en buenas condiciones, las casi siete hectáreas de terreno de cultivo y bosque, el gran pozo de agua, la paz que transmite el lugar o la vista despejada, hacen de Son Baco el lugar idóneo donde crear y nutrir nuestra comunidad. Se van ideando y generando los primeros esbozos de tareas a realizar: desde la definición y priorización de las obras a realizar, el equilibrio necesario entre espacios de uso privativo y comunitario, o los trabajos profesionales a impulsar desde la comunidad. Propuestas hay muchas a definir e impulsar: Esta vivencia estará anclada en la experiencia diaria de vivir en la comunidad, en la felicidad y el gozo de ser y vivir el momento presente. En mi caso, el ejemplo y enseñanzas de Thay, así como las experiencias vividas en Plum Village, o en el grupo Madre Tierra, suponen una aportación imprescindible en mi senda, y un alimento muy nutritivo para este nuevo trayecto. Javier Liy, sangha Mallorca