Carta 7: Tu realidad última: no muerte y no miedo

«Tu realidad última: no muerte y no miedo», es la séptima de diez cartas de amor a la Madre Tierra, escritas por el maestro budista zen Thich Nhat Hanh y recogidas en el libro «Un canto de amor a la Tierra». Vídeo realizado por el equipo Madre Tierra Interser (https://madretierrainterser.org), cuya finalidad es difundir la práctica de la atención plena a través de la ecología y la espiritualidad. Este proyecto está integrado dentro de la Comunidad Budista del Interser (https://tnhspain.com).

Jornada de Atención Plena de Otoño: la Mirada Contemplativa

Queridos hermanos y hermanas, ¡Qué ganas de veros y compartir juntos y juntas nuestra preciosa práctica! En apenas unas semanas el paisaje que era verde se ha ido llenando de diferentes tonos marrones, amarillos y naranjas. Los suelos se tapizan de hojas que, una a una, nos llaman a parar, descansar y contemplar. El otoño nos ofrece la oportunidad de descubrirnos como parte de un organismo mayor (la Tierra) que está en constante cambio. Si desarrollamos nuestra mirada contemplativa, podremos encontrar una nueva forma de práctica a la vez que fortalecemos nuestro sentido de pertenencia al lugar en el que vivimos. Desde el equipo de Madre Tierra queremos invitaros a compartir una jornada de atención plena online abierta a todos y todas las practicantes de habla hispana. En ella podremos descubrir juntos y juntas cómo desarrollar la mirada contemplativa hacia toda la vida que nos rodea para permanecer en un estado de comunión con la naturaleza; o como nos han enseñado Thay y Buda, morar en la realidad última. Os dejamos el horario a continuación (hora España): Jornada de Atención Plena de Otoño: la Mirada Contemplativa 16:20 Acogida Recepción y presentación del programa. Llegamos con holgura para relajarnos y calmarnos antes de comenzar nuestra jornada de atención plena 16:30 Meditación sentada Disfrutaremos de una meditación sentada guiada 17:00 Experiencias contemplativas Dos integrantes del Equipo Madre Tierra nos ofrecerán sus experiencias de contemplación en la naturaleza 17:20 Propuesta de experiencia contemplativa Introducción para realizar un paseo meditativo desde una visión contemplativa 17:30 Meditación caminando Tendremos la oportunidad de salir a meditar caminando, fuera de pantalla 18:00 Compartir del Dharma Tiempo para nutrirnos y nutrir compartiendo nuestras experiencias 18:30 Tomar el té Prepararemos un té con alguna fruta o galletas para compartirlo en silencio con la comunidad. Después cantaremos algunas canciones 19:00 Fin de la jornada Despedida Este es el enlace para conectaros: https://us02web.zoom.us/j/88481198093?pwd=SVBkTzV1MC9FbHY0amt0ZG9OcSs4Zz09 ID de reunión: 884 8119 8093Código de acceso: 622087 ¡Con mucha ilusión de veros y compartir este día en comunidad!

La llamada de la Madre Tierra

He pasado casi toda mi vida, «ajena» (o, más bien, inconsciente) a los principios y valores que, hoy, conforman la base de mi existencia y me dan paz y seguridad, aunque, dada la impermanencia de todo cuanto nos rodea, intento no hacer de ellos ningún credo… Quizás, algún día, estos principios también cambien… Es posible… Pero lo que sé que nunca cambiará es mi ser más profundo… Ese que ya era en esa etapa oscura, sin luz, de mi vida, en la que sólo sentía y mostraba, mis limitaciones, mis debilidades, mis hábitos, adquiridos y arraigados desde tantos años atrás, y, apenas, tímidamente, de vez en cuando, emergían, de las profundidades de mi consciencia, mis fortalezas, mis capacidades y mi valía… Gracias a la vida y a su mágico devenir, hoy sé cosas de mí que antes ignoraba y que me han ayudado a comprenderme, a aceptarme y a quererme, y, de esta forma, comprender, aceptar y querer a los que me rodean. Por supuesto que todavía me queda mucho que aprender y descubrir, y no tengo ni idea de por dónde me llevará la vida, pero lo que sí sé, es cómo me quiero sentir y cómo quiero vivir, en esta última etapa del camino que, irremediablemente, ya ha comenzado. Quiero seguir fluyendo con la vida, viviendo con sencillez y con naturalidad, disfrutando cada momento y agradeciendo cada día, por toda la abundancia que poseo. Esto no significa que no tenga «sueños», ni ilusiones, o que quiera quedarme quieta, sin esperar nada y sin ningún objetivo… He sido bastante inquieta, en mi juventud y en mi madurez, y siempre me ha gustado estar «activa», haciendo algo, y aunque ya no tengo la fuerza ni la energía de antaño, como se suele decir, «la cabra tira al monte»… Durante los últimos meses, he estado reflexionando mucho sobre qué me gustaría hacer en los próximos años, en los que, ya liberada de obligaciones laborales y familiares, dispongo del tiempo y de la libertad (y, por ahora, del más preciado de los dones: la salud), para dedicarme a aquello que quiera y que quiero hacer. Después de muchas ideas dispares, desde montar un alojamiento rural, sostenible y ecológico, una residencia para animales abandonados, un centro para jóvenes interesados en proyectos medioambientales, o dedicarme a la permacultura, la verdad es que… todavía no lo he decidido, pero sí observo que hay un denominador común en todos ellos, que será la base y el impulso de lo que sea que termine haciendo, y que es, mi amor por la Naturaleza y mi ilusión por hacer algo en armonía con la Madre Tierra. Por circunstancias y casualidades (o, más bien, «causalidades», creo yo) de la vida, adquirí, hace cuatro años, un terreno, de casi una hectárea, en una pequeña aldea de Senegal… Allí viví la etapa más intensa y las experiencias más sorprendentes de mi vida… Aprendí muchísimo de las gentes con las que conviví, pero, sobre todo, aprendí de la Naturaleza… Aprendí que los árboles te regalan fruta fresca cada mañana; que las raíces y las hojas de algunos de ellos, te curan enfermedades; que las ramas secas de otros, te proporcionan fuego para cocinar y calentarte por las noches; que los pájaros, además de parlotear constantemente entre sí, acuden, sin miedo, a beber y a refrescarse en el agua que les pones cada mañana en su bebedero; que los monos te observan con curiosidad desde las ramas de los árboles y te «roban» la comida, cuando te alejas de la cocina; que el océano te regala peces cuando no tienes qué comer; que la Luna y las estrellas, te sirven de guía cuando caminas por el bosque de noche; que el viento y la lluvia te cantan nanas cuando no puedes dormir; que cada puesta de sol es más maravillosa y más sublime que la anterior… Todo lo que la Madre Tierra me regaló en esa época, ha sido el mayor don que he recibido nunca y esas experiencias me han marcado profundamente… Es cierto que viví también situaciones, digamos, desagradables, pero todas las dificultades por las que pasé, me han hecho aprender, crecer y madurar. Mi mayor deseo, ahora, es volver a «mi paraíso», si bien el paraíso está allá donde queramos que esté… Pero creo que este deseo está muy en sintonía con mi proyecto, que aunque todavía está sin detallar, sí coincide con la esencia y el motor que impulsa ahora mi vida, y que no es otro que el de hacer algo por la Madre Tierra. No se trata de «devolver» a la Naturaleza lo que ella me dió, porque ésto me suena a «comercio» o a «trato», y nada más alejado de la realidad, puesto que la Tierra nos regala siempre, sin pedir nada a cambio; incluso cuando la maltratamos, ella nos sigue queriendo y dando, como una madre quiere y da a sus hijos… Más bien, se trata de ofrecer algo a la Tierra, por muy pequeño e insignificante que sea, en señal de honra, de respeto y de agradecimiento. Y ese algo, sin saber todavía muy bien qué será, pasará por ponerla en valor, por cuidarla, por mimarla, por defenderla ante el daño que algunos quieran infringirle… Y, precisamente cuándo todas estas ideas van tomando forma y mi decisión de continuar allí mi camino va afianzándose cada vez más, surge, de repente, un problema, grave, como casi todos los que asolan este bello continente… En realidad, no es más grave porque sea Africa, en donde todavía existe la naturaleza en estado puro… Todo atentado contra la Naturaleza es igual de grave, y, a diario, ocurren casos similares, o peores, pero yo lo siento y lo vivo con más intensidad porque me toca más de cerca: dos proyectos de gran envergadura, política y económica, han venido a instalarse en esta zona, donde se encuentra «mi paraíso», para poner en peligro, no sólo mi sueño, sino la forma de vida y la subsistencia de especies vegetales y …

«¿Qué puedo hacer yo?»

En los últimos años me he sentido arrastrada al oír o leer alguna noticia sobre la crisis climática. El miedo, la ansiedad o la tristeza se apoderaban de mí y, en la mayoría de ocasiones, ni siquiera era consciente. A veces, pasaban varias horas o incluso días desde que recibía la información hasta que comenzaban esas emociones desagradables. He tardado mucho tiempo en llegar incluso a poner un nombre a eso que sentía, pues por lo general sólo sabía que me sentía ansiosa, pero no llegaba a detectar que la raíz estaba en la noticia que había leído, por ejemplo, el día anterior. En muchos momentos me he sentido atada de piés y manos ante la crisis planetaria actual. Ríos desbordados, campos secos, bosques quemados… Imágenes de lugares que, aún siendo lejanos, los siento parte de mí también. No es sencillo observarme como parte de una humanidad que se precipita al vacío y que arrastra consigo la estabilidad (e incluso la supervivencia) de multitud de especies. La ignorancia es una cuestión global. Y las acciones que consideramos insignificantes están afectando a la vida como un todo. “Ok, la cosa está complicada pero, ¿qué puedo hacer yo?”. Esta es una pregunta que me saca del saco negro de esas emociones para ponerme en un lugar de acción. Porque sí, con el tiempo, la quietud, la madurez… he descubierto que hay mucho que puedo (podemos) hacer de forma individual que tiene un impacto real, directo y muy tangible en el bienestar del planeta. Cuando una noticia me remueve, lo primero que hago es revisar mi parte de responsabilidad, de cocreación, en el desastre que estoy viendo. La práctica me enseña que mis acciones están presentes en todo eso que observo y que me duele. Para mí, la pregunta me lleva a una posición de coraje en la que, después de reconocerme como parte responsable del problema, me veo también como parte creadora de la solución. En los últimos años he elegido una forma de vida que es activismo vivo, encarnado. Eso es lo que he aprendido de Thay. Acertada o no, he dejado de arrastrar pancartas y de gritar a las puertas de los ayuntamientos. Ahora dispongo de más tiempo y más energía para cuidar del planeta en mi vida diaria, en las decisiones que tomo cada día. Un ejemplo. Me encantan los plátanos, los mangos, las chirimoyas… y todas esas frutas exóticas que venden envasadas en los supermercados, a veces incluso ecológicas. Sin embargo, la plena consciencia me ha llevado a dejar de comprarlas. ¿La razón? En una de esas cestas de la compra puede haber más kilómetros en vuelos de avión y camiones que los que pueda recorrer yo en toda mi vida. ¿Vale la pena? Cultivo la mayoría de lo que como, y lo que no puedo cultivar lo compro a productores locales o, como máximo, nacionales. No cojo aviones, compro a mi hija juguetes de segunda mano, hago mis necesidades en un cubo con serrín… En fin, hago lo que puedo. Y, con todo, sé que nunca llegaré a hacer ni todo lo que podría ni todo lo necesario. Así que, cuando leo una noticia, de esas desgarradoras, como los millones de hectáreas que arden descontroladas en Canadá, reconduzco la energía del sufrimiento que me genera en la voluntad para hacer algo, en mi vida, en mi día. La fuente de energía que me conduce hacia una vida más coherente entre lo que hago y lo que me gustaría llegar a hacer. Continúo aprendiendo a reajustar mis necesidades en base a una forma de pensamiento ecológico y, sobre todo, reconozco que me estoy volviendo más tolerante a las renuncias. Como dijo en algún momento Gustavo Duch, si existe una solución a esta crisis, pasará por elegir la sobriedad en lugar de la sostenibilidad. Y añado un último ejemplo para la reflexión: hace dos años instalamos placas solares en casa, lo cual fue un paso hacia la sostenibilidad (sostener el sistema y la forma de vida que tenemos sin hacer demasiadas renuncias); el camino de sobriedad habría sido dejar de utilizar electricidad. Cuando desarrollamos una forma de pensar descentralizada del yo y centrada en la Madre Tierra, la mente se llena de ideas sobrias, descabelladas. Con todo, esto es algo que lejos de asustarme, me alienta a ser creativa y esforzarme en descubrir cómo encajar en esta realidad que tengo lo que para este mundo desarrollado es una utopía. Alba Iglesias, sangha Terra de Presença (Galicia)

La motivación para impulsar un proyecto de comunidad consciente

Entré en contacto con Thay y Plum Village el verano de 2015, y fue a partir del 2016 cuando asistí a los retiros familiares estivales durante unos cuantos años, y finalmente realicé un voluntariado de mes y medio durante el verano de 2021. El contacto con el legado de Thay, sus enseñanzas y la comunidad que impulsó, desde un inicio generó un gran impacto en mí. A lo largo de estos años ha ido fructificando y haciéndose más patente. Desde hace un tiempo sentí que esa fraternidad que vivía en mis estancias en Plum Village, y que sentía en la sangha local en la que practicaba, la deseaba vivir plenamente en mi día a día. Por un momento pensé en la posibilidad de entrar en la comunidad monástica, y sentí que no era mi camino. Poco a poco fue tomando fuerza en mí la posibilidad de vivir en una comunidad. Este ha sido un proceso de varios años, donde mi sentir y las opciones han ido asentándose. La búsqueda de información, el contacto con asociaciones y profesionales de apoyo a cooperativas de vivienda, o el contacto con comunidades ya existentes, han formado parte de las estaciones por las que he ido pasando. Poco a poco han aparecido en mi vida personas con el mismo sentir, con las que compartir los anhelos y dudas. Nuestro maestro otra vez nos muestra el camino. La serenidad y consciencia en cada paso, el disfrute y cuidado de la Madre Tierra que somos todos. Gracias a todo el linaje de practicantes, ha llegado hasta nosotros el conocimiento, la experiencia y las prácticas para poder crear y hacer crecer una comunidad consciente. Su cálida y sólida presencia facilitará y sostendrá la consolidación tanto de los procesos personales como los grupales que surgirán. Todos ellos suponen grandes retos y grandes oportunidades para tod@s nosotr@s. Crear un espacio de paz donde el cuidado de la Madre Tierra y del grupo de personas que allí residamos, sea la base que se exprese a la sociedad a través de los servicios y productos que les ofrezcamos. Para que se pudiese materializar, la Vida puso las facilidades y alguna que otra piedrecita en el camino. Gracias a la herencia familiar y el patrimonio acumulado, conseguimos los recursos para poder encarar la adquisición de un lugar donde poder materializar la comunidad. Inicialmente buscamos en Aragón, Catalunya… siendo mallorquín, ni se me ocurrió buscar en la isla donde nací. Me decía que era difícil, la presión turística… de todas formas me di una oportunidad. De tres casas que encontramos que cumplían con lo que buscábamos, solo visité una. Y fue un gran encuentro. Descubrimos Son Baco. Una alquería de cerca de 170 años de antigüedad que había pertenecido siempre a la misma familia. Antigua zona de trabajo agrícola, con los años se había segregado entre familiares y dejado la actividad. Un cúmulo de sensaciones e información nos mostró la idoneidad del lugar: Las construcciones en buenas condiciones, las casi siete hectáreas de terreno de cultivo y bosque, el gran pozo de agua, la paz que transmite el lugar o la vista despejada, hacen de Son Baco el lugar idóneo donde crear y nutrir nuestra comunidad. Se van ideando y generando los primeros esbozos de tareas a realizar: desde la definición y priorización de las obras a realizar, el equilibrio necesario entre espacios de uso privativo y comunitario, o los trabajos profesionales a impulsar desde la comunidad. Propuestas hay muchas a definir e impulsar: Esta vivencia estará anclada en la experiencia diaria de vivir en la comunidad, en la felicidad y el gozo de ser y vivir el momento presente. En mi caso, el ejemplo y enseñanzas de Thay, así como las experiencias vividas en Plum Village, o en el grupo Madre Tierra, suponen una aportación imprescindible en mi senda, y un alimento muy nutritivo para este nuevo trayecto. Javier Liy, sangha Mallorca

Carta 6: Nuestro viaje de eones

«Nuestro viaje de eones», es la sexta de diez cartas de amor a la Madre Tierra, escritas por el maestro budista zen Thich Nhat Hanh y recogidas en el libro «Un canto de amor a la Tierra». Vídeo realizado por el equipo Madre Tierra Interser (https://madretierrainterser.org), cuya finalidad es difundir la práctica de la atención plena a través de la ecología y la espiritualidad. Este proyecto está integrado dentro de la Comunidad Budista del Interser (https://tnhspain.com).

Carta 5: El cielo en la Tierra

«El cielo en la Tierra», es la quinta de diez cartas de amor a la Madre Tierra, escritas por el maestro budista zen Thich Nhat Hanh y recogidas en el libro «Un canto de amor a la Tierra». Vídeo realizado por el equipo Madre Tierra Interser (https://madretierrainterser.org), cuya finalidad es difundir la práctica de la atención plena a través de la ecología y la espiritualidad. Este proyecto está integrado dentro de la Comunidad Budista del Interser (https://tnhspain.com).

Paseo por el Jardín Botánico Histórico

Domingo por la mañana, domingo de Ramos. Un día agradable y soleado, fresco a primera hora. Ya de buena mañana un flujo de personas arriba y abajo, por la plaza de España y la montaña de Montjuïc, presagiaban que gozaríamos de un paseo con bastante compañía. Pero nuestro jardín es un jardín oculto, escondido, la mayoría de las personas que suben a la montaña pasan literalmente sobre él. Su lecho es una antigua cantera, en realidad dos. El jardín ocupa la más profunda y sombría, la masía y los huertos la más soleada. El paseo discurre en un descenso en espiral, que en lugar de conducirnos al infierno a través de todos los pecados, nos induce a penetrar en los misterios de la naturaleza a través de la observación y la vivencia de animales, plantas, caminos, muros, agua y aire…. Todo jardín es una invitación a la contemplación de la Naturaleza transformada en Arte. Un jardín ocupa un espacio que era otra cosa y fue humanizado con una intención estética, simbólica o científica. Algunos jardines son sobrios, sencillos, invitan a la interiorización, al recogimiento y al silencio. Otros jardines abundan en seres vivos, animados e inanimados: animales, plantas, agua, piedras…y nos inducen a la contemplación, a la reflexión y comprensión de las interacciones, las dependencias, las causas y los efectos. El Jardín Botánico Histórico de Barcelona es uno de estos jardines. En una zona muy transitada, visitada y gozada por lugareños y turistas como es la montaña de Montjuïc, uno de los pulmones verdes de la ciudad, se oculta en una de las antiguas canteras de cuyas entrañas se extrajo buena parte de la piedra que construyó Barcelona durante siglos. La profunda cicatriz consecuencia de la explotación, se cubrió, gracias a la condición impuesta por la propietaria que cedió los terrenos y la visión de botánicos y paisajistas, con una gran variedad de especies vegetales de diversas procedencias, familias y portes. Las especies, procedentes de distintos lugares de nuestra Madre Tierra, se acogen y conviven en armonía. El jardín está estructurado como una espiral descendente. Su entrada está oculta a la mirada desatenta, pero llama la atención de quien se deja guiar los pasos hacia lo invisible, lo escondido. A medida que descendemos, la sensación de entrar en un mundo ajeno al ajetreo urbano se hace más intensa, el aire se hace más húmedo, el ambiente más fresco, la luz más tenue, el silencio más presente… Las flores más coloridas nos reciben en la entrada y a medida que descendemos predomina el verde y las flores devienen más discretas. Algunas, humildes, se visten de tonos blancos o verdosos y las más vergonzosas se ocultan bajo el follaje. En la zona más profunda, desde una pequeña cascada discurre un pequeño curso de agua que se remansa en un pequeño estanque. Es el dominio de los seres de agua. Helechos y acuáticas conviven con anfibios, insectos y reflejan los majestuosos árboles que, imponentes, elevan sus troncos y copas en busca de la luz. Solidez de los árboles, frescura y claridad del agua, firmeza de las rocas…la mente se silencia y el corazón se expande. Caminando como sangha somos un mismo río movido por una misma intención, caminando en paz, observando y contemplando con profundo respeto, comprendiendo la relación profunda de todo con todo. Ascendemos de nuevo y como emergiendo de las profundidades de un lago, volvemos a la luz. Allí otro espacio nos llama e invita. Otro recorrido, también descendente pero más abierto y diáfano, nos conduce a percibir con todos los sentidos plantas de texturas, colores y aromas distintos. Bajamos hacia los huertos y nos alborozamos con las rúculas, habas, guisantes, espinacas, amapolas, romeros, melisas… ¡Somos un enjambre zumbador en movimiento! Y acabamos en una pradera soleada, sentadas en círculo, saboreando nuestra comida en compañía y silencio, pero no ajenas a la vida que bulle alrededor. Compartimos vivencias, sensaciones. Gozamos agradecidas de la experiencia, la compañía y la fraternidad. Àngela Romeu Diaz, Abril 2023

Modo de Vida – Me comprometo a…

Queridos hermanos y hermanas, Compartimos una lista de todas aquellas cosas a las que podemos comprometernos después de este tercer mes de profundización. Deseamos que resulte inspiradora para todos/as y ¡permanecemos abiertos a recibir nuevas propuestas! Después de observar el tema del Modo de Vida, me comprometo a…

Transporte y Energía – Me comprometo a…

Queridos hermanos y hermanas, Compartimos una lista de todas aquellas cosas a las que podemos comprometernos después de este segundo mes de profundización. Deseamos que resulte inspiradora para todos/as y ¡permanecemos abiertos a recibir nuevas propuestas! Después de observar el tema del Transporte y la Energía, me comprometo a…