Esperanza para los océanos

Se aprueba en la ONU el Tratado de los Océanos En 2023, en el marco de la ONU, 193 países aprobaron el “Tratado de los Océanos”, con el objetivo de proteger el 30 % de las aguas del planeta y garantizar una protección jurídica efectiva del mar en zonas internacionales. Hasta ese momento, no existía una regulación clara sobre la explotación de los recursos marinos en alta mar: la pesca, la extracción de petróleo o de minerales se realizaban sin control ni límites comunes. En febrero de 2025, 60 países del mundo —entre ellos España— han ratificado el acuerdo, comprometiéndose a incorporar en su legislación medidas que aborden: El tratado permitirá la creación de santuarios oceánicos especialmente protegidos, donde los ecosistemas frágiles puedan recuperarse tras décadas de explotación y descontrol. El acuerdo ha tardado veinte años en hacerse realidad, tras cientos de reuniones, negociaciones y la presencia constante de numerosas ONG medioambientales (como Greenpeace) que han aportado su voz, su experiencia y su compromiso con la Tierra. Es, sin duda, una noticia que trae esperanza. Nos recuerda que otra forma de relacionarnos con el planeta es posible, y que urge actuar desde la conciencia y la cooperación global para que las generaciones futuras puedan ver los frutos de estos cambios. Este paso adelante es un gran avance, pero la verdadera transformación dependerá de que sigamos profundizando en la visión del interser, comprendiendo que cuidar el océano es cuidar la vida en todas sus formas. Más información en: http://miteco.gob.es

Caminando por la huerta

Práctica de la meditación caminando inspirada en un paseo por la huerta. Guía realizada por el equipo de Madre Tierra Interser, perteneciente a la Comunidad Budista del Interser con el fin de ofrecer recursos que favorezcan la práctica conjunta de ecología y espiritualidad.

Paseo al alba

Práctica de la meditación caminando inspirada en un paseo al alba. Guía realizada por el equipo de Madre Tierra Interser, perteneciente a la Comunidad Budista del Interser con el fin de ofrecer recursos que favorezcan la práctica conjunta de ecología y espiritualidad.

Caminando desde la desesperación hacia la esperanza

En 2015, los líderes mundiales se reunieron en París y acordaron que limitaríamos nuestras emisiones de carbono y alcanzaríamos el nivel cero. Que nos mantendríamos por debajo de 1,5 grados más que los niveles preindustriales. Un grado y medio se convirtió en el número mágico. Si mantuviéramos las temperaturas globales por debajo de este nivel estaríamos a salvo; si no, morirían millones de personas. Yo llevaba años involucrado en el movimiento climático. Pero, cuando en 2018 el director científico hizo un llamamiento público: «sólo tenemos 5 años para darle la vuelta a esto», y para hacer las reducciones de emisiones de carbono necesarias para mantenernos dentro del límite en el que el daño no sería catastrófico, me volví muy activo. Creé una asociación para presionar en mi distrito; me convertí en administrador de mi organización ecologista local; me uní a todas las protestas en Londres, Bristol, Cornualles y Glasgow; y hablé sin parar con mi familia, mis amigos y con quienquiera que me encontrara. Pero las emisiones no disminuyeron lo suficiente. Aunque todos sabíamos lo que estaba pasando, los líderes mundiales siguieron como antes y la Tierra se calentó más. A principios de este año (2024), la temperatura media del planeta alcanzó 1,5 grados Celsius por encima del nivel preindustrial durante 12 meses seguidos. Sentí que nosotros ….yo… habíamos fracasado. Luego en mayo enfermé, y tres meses después seguía enfermo. Estaba desesperado. En Inglaterra habían estallado disturbios raciales. El mundo estaba cada vez más dividido y desgarrado por los conflictos; el futuro parecía terrible. Perdí toda esperanza. Sabía que necesitaba una perspectiva espiritual. Necesitaba ir a un retiro y tener apoyo para afrontarlo. Entonces llegó a mi bandeja de entrada un correo electrónico de la sangha española que anunciaba un retiro caminante en el Camino Portugués con tres monásticos de Plum Village. Me apunté; y pasé las tres semanas siguientes haciendo todo lo que pude para ponerme lo suficientemente bien para caminar. Tenía muchas ganas de ir, pero no mejoraba. Desesperado, el día en que debía viajar, envié un mensaje de texto a la organizadora y le dije que no me encontraba lo bastante bien para caminar. Me contestó: «si realmente quieres venir, ven. Tenemos una furgoneta de apoyo y puedes viajar en ella». Esta fue mi primera lección: CONFIANZA. Así que salí de mi zona de confort, me alejé caminando por el acantilado de mi vida familiar, y me mantuve. Se dice que el Camino de Santiago es una metáfora de la vida… y para mí lo fue. ¡Había tantas enseñanzas en él, tanto de los monjes como de la vida! La más importante fue DEJAR IR. En primer lugar, cuando empezó el retiro y me di cuenta de que podía caminar y seguir el ritmo de los demás, tuve que dejar ir mis ideas sobre mi salud. Luego debía practicar el dejar ir la «mente pensante», y dentro de ésta mis puntos de vista y opiniones de cómo deberían ser las cosas. Estas opiniones eran las que llenaban mi mente mientras caminaba. Tenía ideas sobre cómo debía meditar; a medida que las abandonaba mi mente se volvía más espaciosa. Luego, cómo debían ser los retiros. Los monjes decían que debíamos estar en silencio; pero luego hablaban todo el tiempo. Así que me molesté, hasta que lo dejé. También, mis ideas sobre cómo deberíamos recorrer el camino. Lo había hecho antes y descubrí que tenía opiniones fijas sobre cómo deberíamos hacerlo. Deberíamos empezar temprano, caminar deprisa y llegar pronto al albergue, para poder descansar y lavar la ropa, lista para el día siguiente. Empezábamos tarde y después de caminar un par de horas parábamos a tomar un café. Siempre llegábamos «tarde». Pero nos habían preparado la cena y había una lavadora con secadora. Finalmente, tuve ideas sobre cómo me gustaba caminar. Mi ritmo es rápido y sólo me siento cómodo a ese ritmo. Así que caminaba al frente y el grupo se alargaba más de un kilómetro y yo me sentía impaciente. Entonces un día decidí caminar con la persona más lenta del grupo. Me sentí mucho más alegre caminando a este nuevo ritmo, y el grupo se extendió más de 100 metros, y me sentí mucho más en armonía. Con cada una de las ideas que soltaba, sentía que mi corazón se expandía de alegría y gratitud. Mis ideas sobre cómo deberían ser las cosas era lo que me estaba causando sufrimiento. ¿Y qué hay de la desesperación, de mis pensamientos sobre lo que estaba ocurriendo con el clima, el medio ambiente y la creciente división de la sociedad? Mientras caminaba, y miraba y sentía, abandoné mis pensamientos y tomé conciencia del mundo que me rodeaba. Vi que formaba parte de una corriente interminable de peregrinos que recorrían el mismo camino, y que éramos una sucesión de peregrinos que han estado recorriendo este camino durante mil años. Y, mientras caminábamos, nos vigilaban las colinas de granito de Galicia que llevan allí un millón de años. Es difícil expresarlo con palabras, pero me sentí sostenido por la tierra. Como dijo una vez un nativo americano «La diferencia entre vosotros los blancos y nosotros es que vosotros pensáis que el alma está en el cuerpo; pero nosotros sabemos que el cuerpo está en el alma». Mientras descanso en el alma de la Madre Tierra, el sentimiento es de alegría, amor y gratitud. Sí, hay destrucción medioambiental, hay un aumento de la temperatura, hay y habrá una gran destrucción de la vida humana y no humana; pero ¿sé lo que vendrá después? Sólo mis ideas, y como dijo Thay: «¿Estoy seguro?». Y de todas formas no puedo cambiarlo. Pero lo que sí puedo cambiar es cómo soy mientras vivo ahora en este mundo impermanente. Puedo elegir entre vivir en el miedo y la ira, o volver a relajarme en el gran amor y soporte que siento por parte de la madre tierra. Y, al sentir ese amor, puedo transmitirlo en cómo me relaciono con cada momento precioso y cada persona …

Jornada de Atención Plena: Activismo y Dharma

Queridas hermanas y hermanos, Pronto recibiremos la primavera, y en el Equipo de Madre Tierra queremos celebrarlo juntos y juntas con una Jornada online de Atención Plena. El tema para este encuentro será cómo conciliar la acción para proteger el medio ambiente con la meditación y la práctica del Dharma, de forma que no nos quedemos atascados ni atascadas en uno de los extremos. Exploraremos en comunidad este aparente dilema, bajo la perspectiva del interser y la no dualidad. La jornada será el sábado 22 de marzo, y el horario será el siguiente (hora España península): Jornada de Atención Plena: Activismo y Dharma 16:20 Acogida Recepción y presentación del programa. Llegamos con holgura para relajarnos y calmarnos antes de comenzar nuestra jornada de atención plena 16:30 Meditación sentada Disfrutaremos de una meditación sentada guiada 17:00 Activismo y Dharma Mariave, de Earth Holders Colombia, nos ofrecerá su experiencia en la práctica del activismo sin dejar de cultivar la meditación. 17:25 Propuesta para la meditación caminando Recibiremos una propuesta sobre la que centrar nuestra meditación caminando 17:30 Meditación caminando Tendremos la oportunidad de salir a meditar caminando (fuera de pantalla) 18:00 Compartir del Dharma Tiempo para compartir nuestras experiencias 18:45 Cantos y despedida Cantaremos algunas canciones y nos despediremos 19:00 Fin de la jornada Si te conectas desde otro país puedes consultar aquí la hora de inicio: 9:20 am – CR / Mex 10:20 pm – Col / Ecu / Perú 11:20 pm Bol, PR 12:20 pm Arg / Br / Uru / Chi Este es el enlace para conectarnos: https://us02web.zoom.us/j/86720879011?pwd=aWD49SOonluzucOwznKwgMaHcfJ9uk.1 ID de reunión: 867 2087 9011Código de acceso: 602202 Con gran alegría de poder practicar en comunidad, Recibid un gran abrazo de todo el Equipo de Madre Tierra.

Paseo por un Parque Natural

Práctica de la meditación caminando inspirada en un paseo por un Parque Natural. Guía realizada por el equipo de Madre Tierra Interser, perteneciente a la Comunidad Budista del Interser con el fin de ofrecer recursos que favorezcan la práctica conjunta de ecología y espiritualidad.

Tejiendo tapices con Coco

Estos días se cumplen diez años del fallecimiento de mi madre. Tras varios años de cuidados, el vacío externo e interno que vino después de su partida parecía insoportablemente doloroso. Por este motivo había decidido adoptar un perro abandonado, confiando en que así los dos podríamos hacer nuestro vacío un poco más llevadero. A los quince días llegaba Coco. Tenía 9 años y venía de otra ciudad, a más de 400km de mi casa. Sus primeros años los había pasado atado a una cadena, no sin escaparse de vez en cuando. Un familiar, de la que era entonces su dueña (qué palabra tan fea, ¡y cuánto nos habla de la relación humano-perro!), decidió llevárselo a vivir con él. Allí pasó una época gloriosa que acabó derivando en una situación peor que la anterior: vivía encerrado en un garaje. Pasaba días sin ver la luz del sol, ni tampoco a ninguna persona. Dormía, hacía sus necesidades y comía en el mismo sitio. Cuando supe de su historia dije “sí”, sin pensarlo demasiado. Las primeras semanas vivimos un enamoramiento. Nos necesitábamos mutuamente, así que nos dábamos mucho cariño y compañía. Paseábamos, nos acurrucábamos y disfrutábamos de un respiro emocional. Casi de forma inmediata a su llegada, comenzó a autolesionarse cuando se quedaba solo; al principio suave, después descontroladamente. Comenzaba por morderse un poco una pata hasta que se iba arrancando el pelo, y luego la piel. Llegó a tener la mitad del cuerpo en carne viva. Probamos de todo: medicación interna y externa, alimentos antialérgicos, champús especiales, comunicación animal, adiestramiento, collar isabelino… Descubrimos que cuando estaba muy cansado era más probable que no se lesionase, así que caminábamos durante kilómetros hasta que su ansiedad se amansaba. Cuando se relajaba, todos estábamos más relajados con él, y viceversa. Un día, mientras jugábamos en el parque a la pelota, Coco fue corriendo directo a un cachorrito de apenas un par de kilos para atacarle. Me quedé en shock. El hombre que iba con aquel perrito se encaramó hacia mí bastante loco —¡cómo juzgarle!— y yo agarré rápidamente a Coco y nos volvimos para casa. Estaba muy nerviosa y sentía que no había entendido nada. A partir de aquel momento, Coco fue expresando de forma más explícita toda la ira y frustración que llevaba dentro. Según en qué situaciones, según con qué perros, sus apenas 6 kilos traslucían una vida de años de sufrimiento. Aunque solía gruñir a algunos perros, no llegaba a atacarles, principalmente porque no se lo permitíamos. En una ocasión en que no pudimos evitarlo se rompió un dedo. ¡Pues aun con la pata colgando seguía intentando morder al otro! Un día, mientras paseábamos por la calle, gruñó al perro equivocado, un pitbull americano, un animal enorme que le cuadruplicaba en peso y en tamaño. A pesar de que el otro llevaba bozal, consiguió engancharlo, y lo que vino después fue un espectáculo. Cuando conseguimos separarlos, yo estaba tirada en la acera con él en los brazos mientras el otro hombre se disculpaba torpemente. Al llegar a casa me sentía completamente furiosa. Le grité. “¡No quiero verte nunca más!”, y muchas palabrotas. Estaba muy enfadada. De forma casi inmediata comencé a llorar desconsolada y comprendí que realmente estaba muy asustada. Terror disfrazado de ira. Entonces me di cuenta de que era un milagro que no se hubiera muerto, y que lo quería muchísimo. En cuanto fui consciente de esto, corrí inmediatamente para su cama, en donde estaba acurrucado desde que habíamos llegado a casa. Cuando le vi, tenía la cara llena de sangre. Estaba tan enfadada que ni siquiera me había parado a ver cómo estaba. En los años siguientes Coco me enseñó mucho acerca de entender las necesidades de aquellos que son diferentes, que se comportan de maneras que no comparto y, que muchas veces, ni siquiera comprendo. Me enseñó a estar presente y conectada con lo que el otro Es, más allá de mis ideas sobre cómo debería ser. Me enseñó que no hay infancias ni experiencias inocuas y que, tarde o temprano, aquello que nos traumatizó permea lo que somos, pudiendo llegar a invadirlo todo. Y también me enseñó que, con mucho amor y paciencia, hasta las heridas más feas pueden llegar a sanar. Aunque las cicatrices permanezcan. Con el paso de los años dejó de lesionarse y también dejó de gruñir. Como dejó de ver y de oír. Con su vejez, silenciosa y progresiva, comprobé cómo la vida nos da la oportunidad de soltar y confiar. Y cómo esta lección permanece siempre disponible. Hace un año, cuando dio su último aliento, Coco tenía 19 años. Le enterramos en el jardín, rodeado de flores; la imagen resultaba muy bella, como si se hubiera dormido en el paraíso. Reflexioné en los días siguientes sobre lo mucho que su presencia había transformado mi vida. Comprendí que la cuestión iba más allá del cariño que nos habíamos dado y de los paseos que habíamos compartido. Vi claramente cómo su llegada fue desatando una decisión tras otra, condicionando completamente cómo es mi vida hoy. El lugar en el que vivo, las personas con las que comparto, la profesión a la que me dedico, y mi visión misma de lo que es vivir, todo está absolutamente condicionado por el hecho de que él hubiese rozado mi vida. Creo que el interser nos habla profundamente de esto, de cómo el tapiz de nuestra vida se teje con múltiples hilos. Que no hay un hilo sin sentido, y que así como todo teje nuestra experiencia, también nosotros formamos parte del tejido de todo lo que tocamos. Alba Iglesias (Sangha Terra de Presença, Galicia)

Conectando con la Tierra

Práctica guiada para tocar la Tierra. Para saber más sobre esta práctica puedes leer el siguiente artículo: https://madretierrainterser.org/contactar-con-la-tierra/

Paseo por el campo

Práctica de la meditación caminando inspirada en un paseo por el campo. Guía realizada por el equipo de Madre Tierra Interser, perteneciente a la Comunidad Budista del Interser con el fin de ofrecer recursos que favorezcan la práctica conjunta de ecología y espiritualidad.

Amanecer en la playa

Práctica de la meditación caminando inspirada en el amanecer en la playa. Guía realizada por el equipo de Madre Tierra Interser, perteneciente a la Comunidad Budista del Interser con el fin de ofrecer recursos que favorezcan la práctica conjunta de ecología y espiritualidad.